El pasado sábado publicaba este artículo en IDEAL. A ver si te gusta. ¡Y no dejes de ver la exposición, que podamos hablar de ella!
Ardía de curiosidad por ver la nueva exposición de Juan Vida, en la Biblioteca de Andalucía. Y no solo por la polémica sobre su (des)emplazamiento en la sala de La Madraza de la Universidad de Granada.
Juan Vida es uno de los artistas más conocidos y reconocidos de Granada y visitar “El cristal con que se mira” es obligatorio para cualquier persona con curiosidad por saber lo que se mueve en el mundillo cultural de esta ciudad. Y, también, con curiosidad por saber lo que pasa por la calle y por averiguar cómo lo ha plasmado Vida en su obra.
No es una exposición fácil de ver. Ni agradable. Ni bonita. Como no es fácil, ni agradable ni bonito lo que está pasando a nuestro alrededor, en los últimos años. El espectador no va a encontrar hermosas puestas de sol, elegantes monumentos, paisajes impresionantes o heroicos retratos. ¿O quizá sí?
Cae la tarde. Dos familias disfrutan de un picnic campestre. Los coches, la cesta sobre el mantel, la hierba, los pinos y, colgando de una rama, un hombre ahorcado. O la arena del desierto, una palmera, la mancha azul del mar y, multiplicada sobre el lienzo, repetida hasta el infinito; la figura de un africano agachado que avanza a cuatro patas.
Pistolas, cuchillas, navajas y sangre son las protagonistas de muchas de las obras que componen “El cristal con que se mira”. O autorretratos del propio Vida, con la boca cosida y un puñado de moscas en su comisura, imágenes muy potentes, surrealistas, que recuerdan a Buñuel y sus hormigas.
Al principio de su carrera, Goya pintaba idílicas estampas, con los cortesanos jugando a la gallinita ciega o volteando peleles. ¡Luz y color en grandes lienzos repletos de luminosidad y optimismo! Después llegarían las Pinturas Negras, los Caprichos y los Desastres de la Guerra. En pequeño formato. Oscuros. Pesimistas. Crueles. Salvajes. Desgarrados y desgarradores.
“El cristal con que se mira” también viene en pequeño formato. En formato iPad. Porque el tamaño también importa. Los marcos, comprados en bazares chinos. Cuestión de calidad. O de la falta de. Como las condiciones laborales de las personas que los habrán fabricado y vendido. Presuntamente.
No es ésta la exposición que le recomendarías ver a una persona con la que no tengas mucha confianza. De hecho, algunas de las obras que la integran me parecen más interesantes por lo que apuntan que por lo que muestran. Más atractivas por el concepto que por la propia ejecución. Ahora bien, con la de veces que hemos criticado que el arte vive dentro de su propia pompa (y burbuja), sin atender la realidad del mundo que lo rodea, ajeno a lo que pasa en el entorno, ¿cómo dejar de ver una exposición realizada con el material de derribo con que está fabricada la precaria sociedad de este inclemente siglo XXI?
Jesús Lens
En Twitter: @Jesus_Lens