¿Cuánta acción, muertos, sueños, planes, traiciones, pesadillas, casualidades, robos y asesinatos caben en 200 páginas? ¿Cuántas vidas al borde del despeñadero puede albergar un libro relativamente corto?
Si hacemos caso a la espídica novela El diablo en cada esquina, de Jordi Ledesma, publicada por Alrevés; serían incontables. Innumerables. Casi, casi insondables. E inconmensurables.
Cuatro personajes principales. Muy distintos entre sí.
Un niño bien al que las cosas empiezan a irle mal.
Un mal poli al que los atajos parecen haberle ido bien.
Una joven sudamericana de vida amarga que cambió de país para convertirse en Dulce.
Un chavalito al que hicieron hombre en el ejército y cuyas habilidades, ahora, ejerce en el ámbito de la delincuencia organizada.
Y un Padrino, por supuesto. Un Padre Padrone. Un Patrón. Un Capo mefistofélico y todopoderoso que tiene a los bajos fondos de Barcelona comiendo de su mano.
Y a los altos también.
Pero no nos desviemos.
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Jesús Lens