Me van a disculpar que en vez de utilizar la columna de hoy para hablar de las elecciones, los debates y las encuestas, pongamos el acento en algo tan teóricamente banal como es el fútbol. ¿Han reparado ustedes en la diferente estampa que, a la hora de posar para los fotógrafos, presentan los jugadores del Real Madrid y los del Barcelona? Éstos, cuando sonríen a las cámaras, aparecen con una elástica blaugrana sobre la que luce, con orgullo, una palabra tan hermosa como UNICEF. Por contra, los Raúl, Casillas y Robihno, lo que muestran al mundo sobre sus pechos de gladiadores del siglo XXI es la publicidad infamante de una casa de apuestas por Internet, detalle que a los madridistas nos debería llenar de vergüenza e indignación.
Mientras el Barcelona, sin cobrar, demuestra su compromiso con la infancia y su colaboración desinteresada con una de las agencias de la ONU, el Real Madrid se dedica a hacer caja a través de una publicidad tirando a detestable, en la que promociona una actividad tan poco edificante como la de las apuestas virtuales, que tan nocivos efectos tiene en nuestra sociedad.
Por un lado, y como nos confirman desde AGRAJER, estos tinglados están contribuyendo a que las adicciones al juego sean cada vez peores, afectando a un número creciente de personas que ya no tienen límites espacio temporales para jugarse hasta las pestañas. Pero, además, todo lo que rodea a estos chiringuitos cibernéticos es fiscalmente de lo más opaco, sospechoso y poco transparente. Tanto que en Alemania han sido prohibidos.
El juego, que para unos no es más que un pasatiempo inocente y divertido, se ha convertido en la ruina y la desesperación de miles de familias. Y, como madridista convicto y confeso, me da grima que el club de mis amores se lucre con ello. ¿No queremos, también, ser más que un club? Pues ésta no es la manera, desde luego.
Contribuir al fomento de la ludopatía y hacer publicidad de conglomerados financieros éticamente dudosos no es propio de una institución centenaria que presume de señorial. Ya va bien de tanto compromiso de boquilla. Estamos encantados con que los jugadores de la Casa Blanca protagonicen una campaña de fomento de la lectura y nos resulta delicioso que Casillas promueva un concurso de relatos bajo la premisa “No soy galáctico, soy de Móstoles”, pero queremos transparencia e integridad en el resto de órdenes del club.
En pocas palabras, menos retórica sobre lo estupendos que somos y más acciones concretas. Hacer publicidad de una casa de apuestas en una elástica deportiva es una afrenta a un sector de la población que, en el juego, ha encontrado un infierno; es un insulto al fair play y al propio deporte en sí mismo. Así lo demuestra el hecho de que Francia esté intentando prohibir las apuestas en el torneo de tenis de Roland Garros. Porque la mujer del César, además de serlo, debe parecerlo.
Jesús Lens Espinosa de los Monteros.