Ayer domingo pudimos experimentar, en Granada, qué demonios significa la expresión “acabar como el Rosario de la Aurora”. Aunque, la verdad sea dicha, con el Rosario de la Aurora, más que terminar; comenzó todo.
Porque ayer, Granada entera se despertó a petardazo limpio, a las seis de la mañana. ¿Qué ocurría? ¿Qué pasaba? ¿Qué pandemónium era aquel? Los más avezados vecinos del Realejo y otros barrios de la zona centro no se alarmaron en exceso, dando por supuesto que se trataba de los efectos colaterales de alguna procesión, tan acostumbrados como están a los excesos de hermandades y cofradías.
Otros vecinos, menos habituados a este tipo de saraos, saltaron de la cama alarmados y sobresaltados, teniendo que atender a sus criaturas y tranquilizar a sus perros, mascotas y animales de compañía. Era impresionante leer las redes sociales, ayer domingo. Por un momento pareció que, al despertar, el TEMA ya no estaba allí.
Nadie entiende que, para celebrar el Congreso de Hermandades de la Virgen de las Angustias, los muy devotos hermanos cofrades que protagonizaban el Rosario de la Aurora se dedicaran a tirar petardos y cohetes y que las campanas de la Catedral contribuyeran a convertir el tranquilo amanecer de un domingo cualquiera en una pesadilla para miles de personas.
Y quizá sea en la cinematográfica expresión “un domingo cualquiera” donde radique el quid de la cuestión. Porque para los cofrades, ayer era cualquier cosa menos un domingo cualquiera. Era uno de esos días señalados que, a buen seguro, tenían bien marcado en sus calendarios desde hace meses. La conclusión lógica es, por supuesto, hacer partícipe a toda la ciudad de la importancia y la trascendencia del momento. Para ello, nada mejor que tirar unos petardos, lanzar unos cohetes y soltar unas campanadas al viento.
Es lo mismo que le ocurre a la gente que está de fiesta por la noche y bien entrada la madrugada: necesita hablar a voces, gritar, cantar y tocar el claxon de su coche para hacer partícipe a todo el vecindario de su estado de euforia.
Vivir en una ciudad, en sociedad, exige tolerancia y respeto por actividades que no comprendemos, no nos gustan y van en contra de nuestra forma de pensar. Sin embargo, para que la cosa funcione, las autoridades deben evitar abusos como el de ayer domingo, algo inadmisible e intolerable.
Jesús Lens