Se relaciona con el término historia contrafactual o historia alterna, que es el proceso especulativo o elaboración de dicho «mundo alternativo» en el que se ambienta la ucronía. Es una palabra elaborada por similitud a la utopía de Tomás Moro, y está compuesta del griego ou, ‘no’ y cronos, ‘tiempo’, «tiempo que no existe».
“El sindicato de policía Yiddish”, de Michael Chabon, ganador del premio Pulitzer por “Las asombrosas aventuras de Kavalier y Clay”, parte de la siguiente premisa: “¿Qué habría sucedido si tras la II Guerra Mundial no se hubiese creado el Estado de Israel? ¿En qué situación se encontrarían miles de judíos desplazados por las autoridades internacionales a un lugar como Alaska?”
A partir de ahí, con las mimbres y el esquema de la mejor novela de género negro y criminal, Chabon hace una elucubración profunda, sincera y compleja sobre el ser judío. Porque ser judío no debe ser fácil y en la ucronía planteada por Chabon, después de residir durante años en Alaska, la comunidad judía se enfrenta a una nueva diáspora, lo que parece ser su sino histórico.
En medio de ese caos, un policía que se encuentra en las últimas, alcohólico y divorciado (¡oh sorpresa!) debe investigar el asesinato de un jugador de ajedrez de tercera, judío, que vive en el mismo miserable hotel que él. Por supuesto, las apariencias engañan y nada es lo que parece en los tortuosos días previos a la Gran Expulsión. Además, un puñado de interesantes secundarios harán su entrada en escena, del compañero del detective Meyer Landsman, un nativo de armas tomar, a su ex esposa, convertida en jefa para la ocasión.
Y, como no, la alargada sombra de esos ominosos jerifaltes de la comunidad judía más recta y ultraortodoxa. Y algún que otro mafioso. Y algunos que otros jugadores de ajedrez. Y un sujeto señalado por el destino, llamado a la redención de su pueblo. Porque 400 páginas de letra apretada dan mucho de sí.
Para mi gusto, el reiterativo uso del yiddish en la narración, si al principio resulta novedoso y curioso, termina cansando, por mucho que al final de la novela haya un glosario de los términos usados. De hecho, la mayor parte de las veces, me he conformado con dar por supuesto el sentido de las palabras, para no andar trasteando el libro, adelante y atrás. La trama criminal está bien llevada, aunque se nota que, en realidad, al autor no le preocupa en exceso, estando más interesado en los personajes y sus parlamentos que en la cosa investigadora.
Jesús Lens Espinosa de los Monteros.