Volvamos al tema de la hostelería, uno de los sectores que más recursos genera en Granada. Permítanme que les cuente algunos sucedidos de estos días y ustedes me dicen si es de recibo… o si me estoy volviendo un viejo cascarrabias.
Bar con terraza perfectamente acotada. Un miércoles cualquiera. Nos sentamos un grupo de amigos y, al poco tiempo, aquello estaba petado. Una primera ronda de cervezas. Y la tapa que no llega. Pedimos la segunda ronda. Ahora es la cerveza la que acumula demora. Para la tercera, tuvimos que echar una instancia.
El pasmo llegó cuando vimos que, con los pobres camareros sin dar abasto, corriendo y sudando la gota gorda, el dueño del local les hace sacar pesadas mesas y sillas de madera de dentro del garito… ¡y okupan la acera adyacente, dejando un minúsculo paso a los viandantes! Y todo ello para acomodar a más y más clientes, a los que de ninguna manera era posible atender en condiciones.
Y luego está lo de la pizzería de enfrente de mi casa, en el Zaidín, a cuyo dueño le tengo tanto cariño en invierno como aversión en verano, cuando abre su terraza. Da igual que sea día de diario o fin de semana: todas las noches hay jarana, hasta bien entrada la madrugada. Que somos muy quejosos y críticos con los chaveas que beben en la calle, pero que un grupo de españoles -o españolas- en una terraza, tengan la edad que tengan, acaban metiendo más follón que el camión de la basura.
Y lo peor es que, cuando por fin terminan de irse los clientes, tan animados después de varios limoncellos, son los propios empleados de la pizzería quienes invierten un rato largo en terminar de despedirse. Y lo hacen a grito pelao, faltaría más. Y en mitad de la calle, como si se marcharan a las Cruzadas y no fueran a verse hasta dentro de… un puñado de horas.
Es indiscutible que la hostelería constituye uno de los motores económicos de Granada. Pero no es menos cierto que algunos hosteleros, entre lo aprovechado y lo descuidado, también contribuyen a hacerla menos habitable. Insisto: lo mismo estoy envejeciendo mal, pero no me parece de recibo que, pasada la una de la madrugada de un martes, la terraza de una pizzería tenga más animación que un After.
Jesús Lens