Hasta tres veces ha actuado el Nobel de Literatura de este año en Granada. La última, hará poco más de un año. Dylan. Bob Dylan. Un músico y poeta cuya figura trasciende la historia de las artes para entrar, directamente, en la mitología. Y de ello escribo hoy en IDEAL.
Cuando le concedieron el Nobel del año pasado a la escritora y periodista bielorrusa Svetlana Alexiévich, hubo un cierto silencio generalizado. En primer lugar, porque a ver quién era el valiente que le ponía un pero a “sus escritos polifónicos, un monumento al sufrimiento y al coraje en nuestro tiempo”. Y, en segundo lugar, ¿quién era el guapo que la había leído como para sentirse capacitado para juzgar su obra?
En el Nobel a Dylan, sin embargo, todos nos sentimos legitimados, llamados y casi, casi obligados a opinar y posicionarnos. Volver a los argumentos a favor y en contra que venimos leyendo desde ayer sería absurdo, cansino y reiterativo. Personalmente, estoy a favor.
No creo que haya nadie que discuta la calidad de la poesía de decenas y decenas de letras del acervo dylaniano. Poesía que forma parte del yo más íntimo de, al menos, tres generaciones. Cuando, en su última actuación en Granada, se marcó el “Blowing in the wind”, los (pocos) asistentes que estábamos atentos al concierto, nos sentimos levitar, elevados a los cielos. Hubo otros muchos miles que ni se enteraron de que Dylan tocó uno de sus himnos inmemoriales. Ellos estaban allí para otra cosa. Para verse y dejarse ver. Pero esa es otra historia.
El caso es que las Redes arden con el tema. Y sí. Es cierto que el Nobel no lo tienen Philip Roth, McCarthy o el mismísimo Murakami, uno de los eternos perdedores. Pero, si somos sinceros, ¿quién ha leído algo de Svetlana Alexiévich en estos doce meses?
Yo soy poco amigos de purismos y esencias. Me gustan el mestizaje, el maridaje y la combinación de artes. Me gusta que la Feria del Libro de Granada, por ejemplo, vincule literatura y música, al igual que he disfrutado este año, en Granada Noir, llevando los libros a algunos bares de la ciudad, para comentarlos con sus autores al calor de una Alhambra Especial.
De hecho, ya cuento los días para que le den el Nobel del año que viene a Woody Allen, genio incontestable de la escritura cinematográfica.
Jesús Lens