Y de repente, todos echándonos las manos a la cabeza: España en general y Granada en particular son cada vez más viejas. Sus habitantes, quiero decir. La natalidad ha caído en picado y el sector de la población mayor, en Granada, crece de forma notable. Tal y como nos contaba Juanjo Cerero ayer, la población de 65 y más años ha aumentado un 30% en las últimas dos décadas. (Leer AQUÍ)
Esto son hechos, no opiniones. La provincia granadina se encuentra hoy con el mayor índice de envejecimiento registrado nunca. “Es otro mal síntoma de cara al futuro”, señala el responsable del DataLAB. Por cada 100 menores de 16 años viviendo en Granada, hay 106 de 65 años o más. Una situación que comenzó a darse en 2015 y que ha continuado creciendo sin interrupción desde aquel momento.
A partir de estos datos, podemos hacer mil y una interpretaciones sobre los orígenes de la situación, las responsabilidades, las consecuencias y las posibles soluciones para revertirla o, al menos, para paliar sus efectos más perjudiciales.
Y, a nada que nos pongamos a ello, nos vamos a encontrar con un sinfín de paradojas y contradicciones. Por ejemplo: el precio de la vivienda, tanto para compra como para alquiler, la gentrificación de barrios enteros de Granada y su tematización turística, que expulsa a cada vez más vecinos. A la vez, habría que hablar de la Granada que se vacía en el ámbito rural.
La creciente desigualdad económica de nuestra sociedad, la brecha salarial, la precariedad laboral y las insoportables tasas de desempleo, sobre todo entre los jóvenes, tampoco contribuyen a que las parejas se decidan a tener hijos, precisamente.
Cambios sociológicos y nuevas tendencias y modos de vida también influyen, por supuesto, que no solo la economía condiciona nuestra existencia.
Y está la cuestión de la inmigración. Que deberíamos ver como una oportunidad, pero que nos venden como una amenaza. Que los inmigrantes “nos” quitan los puestos de trabajo, dicen. Pero sin ellos, a ver cómo se habría producido el milagro económico de Almería o de la costa granadina. O de la fresa, en Huelva. Y no olvidemos su faceta cuidadora de una población cada vez más envejecida.
Futuro complejo el que tenemos por delante. Una complejidad que va más allá de la simpleza de ciertas consignas y de lo abracadabrante de determinados discursos.
Jesús Lens