Anoche volví a Escandinavia. No hacía ni 24 horas que había regresado a casa cuando, gracias a la televisión, estaba de vuelta en los países nórdicos, navegando entre fiordos, escalando montañas y circunnavegando islas repletas de abedules y pinos rojos.
Pero fue una ilusión.
Acabo de deshacer el equipaje y de guardar los útiles viajeros en la mochila precisa: los portadocumentos, el antifaz para dormir en la claridad de la noche nórdica, los forros polares, las botas, el pasaporte…
Ahora les toca una buena temporada en el desván, tranquilos, serenos y aposentados. Ahora toca rememorar estos días intensos repletos de paisajes, de colores, olores, sonidos y magia. Toca recrearse en las leyendas y los recuerdos. Y toca contarlo, claro.
Pero, sobre todo, toca ir pensando en el próximo. Aún cansado y no recuperado de un viaje largo y exigente, en el que no hemos parado de caminar, subir montañas, remar por lagos y fiordos y hacer y deshacer maletas un día sí y otro también… ya ando barruntando hacia donde encaminar los próximos pasos.
Porque esto es Pateando el Mundo y… ¡seguimos!
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