Estoy contento. No ha terminado enero y ya he participado en unas elecciones. Llegué, aunque por los pelos, a la votación del Ave del Año organizada por la Sociedad Española de Ornitología gracias al twitter de mi buen amigo Alfonso Márquez.
Tres candidatas se habían ‘postulado’ a alzarse con el honorífico título: el alcaudón real, el aguilucho cenizo y el vencejo. En condiciones normales, habría votado por la rapaz, pero con el vencejo en liza, no dudé un segundo.
Desde que tengo uso de razón, el vencejo es una de mis aves favoritas. Seguramente desde que los compañeros de Agnaden nos explicaron, siendo críos, que vuela todo el tiempo y apenas se posa el tiempo imprescindible para la nidificación. 10 meses sin parar de volar. No aterrizan ni siquiera para comer, dormir o procrear. Todo lo hacen en el aire, entre giros y piruetas.
El vencejo es como el tiburón, que se ahoga si deja de nadar. Para mí, dos maravillosos ejemplos de la naturaleza. Adelante. Siempre adelante. Para atrás, ni para coger impulso.
Además, el vencejo es un ave urbana. Consigue sobrevivir hasta en los cielos de ciudades tan contaminadas como Granada. En eso también me representa. Al alimentarse de insectos, es un depredador natural de moscas y mosquitos, esos bichos tan molestos. Y hasta peligrosos, como tuvimos ocasión de comprobar el pasado verano con el mosquito tigre.
Para mí, la primavera comienza con el primer chillido de vencejo que consigo identificar proveniente del cielo. El ‘grito’ del vencejo anuncia el calor, la luz y los días más largos. Anticipa los espetos de sardinas, las excursiones y las travesías por el mar, sean nadando o en canoa.
Me gusta verlos, a primera hora de la mañana o a la caída de la tarde, cuando bajan de lo alto del cielo para alimentarse. Su vuelo es vertiginoso y, contemplados desde la terraza de casa, protagonizan un espectáculo tan sublime como democrático, apto para todos los públicos, los bolsillos y las sensibilidades.
Ni que decir tiene que este año espero desesperadamente a los vencejos. Llegar a la primavera de una pieza se ha convertido en el gran objetivo, en el verdadero y casi único propósito para el 2021. Para entonces, toquemos madera, habremos doblado la curva de la tercera ola y, más madera, la vacunación nos hará ver la luz al final del túnel. ¡Y no será el tren, viniendo en dirección contraria! Ni Endesa, con la máquina de cobrar.
Jesús Lens