“La foto de una escena que está a siete mil años luz de la Tierra, cortesía del tiránico, ciclópeo, telescopio Hubble. El ojo de vidrio más poderoso de la humanidad, mirando por el coño del cosmos. El quinto coño. Que, en rigor, anda por la región astronómica NGC6611”.
Esto es así.
Lo tomas o lo dejas.
¿Quieres jugar? ¿Quieres entrar en la partida? Pues ésas son las reglas y Emilio Bueso, el crupier, tras barajar concienzudamente las cartas, ya ha empezado a repartirlas. ¿Has pedido las tuyas?
Pues que sepas que “Esta noche arderá el cielo”, la nueva obra del dos veces ganador del Premio Celsius de Semana Negra a la mejor novela de ciencia ficción con «Cenital» y «Diástole», también publicada por la editorial Salto de Página; parte de esas premisas.
¿Premisas? ¿Qué premisas?
Tres. Tres premisas, tres: Ciencia, ficción y humor macarra.
La parte científica de la novela tiene que ver con la astronomía. Con los cielos en movimiento. Con las estrellas en ebullición. Al estilo de aquello que se preguntaba Siniestro Total, sobre si el universo es cóncavo o convexo.
Nunca antes había sentido tan cerca el cielo tan explosivo, tan aterrador, tan magnético y tan hermoso como en la narración de Bueso. Y no hablamos de un cielo cualquiera. Hablamos del cielo más puro que se puede contemplar. El cielo que cubre una de las zonas más especiales del mundo: la del norte de Canadá, allá donde la aurora boreal demuestra que Dios, entre otras cosas, puede ser un maravilloso artista.
Bajo un cielo tempestuoso en el que el sol anda enredando con sus explosiones, provocando tormentas magnéticas que inutilizan cualquier sistema de comunicación; dos tipos circulan en moto. Y tampoco son dos tipos cualquiera. O sí. Depende de lo que entendamos por “tipos cualquiera”. ¿Pueden ser cualquiera, dos tipos que circulan por la mítica Trans-Taiga, la carretera más larga y solitaria del norte de Canadá, cuyos seiscientos kilómetros de longitud terminan por llegar a… ningún sitio?
También circulan por allá un padre y un hijo. En una camioneta. Y un avión. Aunque lleva las luces apagadas. Y, claro, están los indios. Los originales. Los de verdad. Los Cree. Y, en el bosque, los animales. Animales amenazadores, salvajes; cuyos rugidos congelan la sangre.
Entonces, cae la noche. Y comienza la ficción. Y la acción.
Una acción trepidante que, a través de los recuerdos de los protagonistas, nos permite conocer sus diferentes historias. Biografías complicadas. Como las de tantas y tantas personas. Y, quizá por eso, toda la narración está impregnada de un humor macarra que habrá a quién le guste más y habrá a quién le guste menos. Pero que es el que es. Y punto.
Puede parecer raro, bizarro incluso, que en mitad de la Taiga canadiense, se ponga a uno de los personajes mirando a Cuenca. Pero así es Emilio Bueso. Así es su prosa. Así es su estilo. Como si el protagonista de su novela fuera el “Snake” Plissken al que Kurt Russell diera vida en las películas fuguistas de John Carpenter.
La apuesta de Bueso con “Esta noche arderá el cielo”, como no podía ser de otra forma, es fuerte. Muy fuerte. Y arriesgada. Desde luego, ahora mismo no hay otra voz como la suya en las letras españolas. Unas letras en las que la fantasía y la ciencia ficción cada vez tienen más importancia. Y, en dichos géneros, Bueso es uno de los putos amos.
Desde luego, el más canalla, cínico y deslenguado.
Cuando leas la novela, verás que me das la razón.
Jesús Lens, mirando al cielo y esperando verlo arder.
En Twitter: @Jesus_Lens