Lo prometido es deuda. Dejamos una ampliación a la columna del viernes sobre «Rajoy mira a la derecha. ¿Y ZP?» Cuando Bill Clinton terminaba su segundo mandato y, por ende, se aprestaba a abandonar la Casa Blanca, aprobó una ley muy controvertida por la que protegía Alaska como santuario de la naturaleza, para evitar la depredación de sus recursos naturales por las siempre voraces multinacionales del petróleo.
En España, los gobiernos tienen que actuar de forma radicalmente distinta. Además de no ser tan presidencialistas, como aquí votamos más a un partido y a unas siglas que a una persona, el ejercicio del gobierno siempre tiene un ojo puesto en las siguientes elecciones. Por eso, las medidas drásticas, duras y desagradables, las leyes restrictivas y los ajustes de cinturón, siempre se hacen al comienzo de la legislatura. Por un lado, el ejecutivo está fuerte tras las elecciones. Por otro, aún no ha sufrido el desgaste del poder. Y, apelando a la fragilidad de la memoria del electorado, mejor meterle carga durante los dos primeros años de legislatura para, después, regalarle el oído, el gusto y, a ser posible, el bolsillo. En ese sentido Zapatero ha actuado como era de esperar. Sacó a las tropas de Irak apenas asumió el poder y comenzó a poner en marcha una serie de medidas legislativas que, a quienes somos de izquierdas, nos hicieron concebir muchas, quizá demasiadas ilusiones.
Con el tema del tabaco, ZP empezó a boquear. Que prohibimos fumar, pero dejamos que se fume, pero restringimos, pero… leches. De El País del sábado: “Menos de mil sanciones en dos años de ley antitabaco”. Vamos, que aquí sigue fumando hasta el potito, prácticamente en cualquier sitio. Aunque en la práctica, el aborto hasta el tercer mes estaba siendo libre, no se reformó la ley; llegaron las soluciones habitacionales tan mal explicadas, la televisión pública siguió siendo una mierda, se disparó el ego desmedido de algunos ministros y, en general, el gobierno socialista empezó a gobernar a golpe de titular: en vez de generar noticias, reaccionaba a lo que las radios, las televisiones y los periódicos iban señalando.
Para solaz de un PP que, además de hacer una oposición demoledora y rayana en lo antipatriótico, aprovechó para hacerse con el control no sólo de la agenda, sino de la calle, a través de una agitación social que en absoluto ha respondido a la realidad de la España del momento. Personalmente pienso que la falta de contundencia de Zapatero a según qué provocaciones de la derecha más reaccionaria del PP, la dominada por los Supernumerarios y los Legionarios de Cristo, ha permitido que ésta se fuera envalentonando, hasta el punto de meter en la harina electoral a la mismísima Iglesia Católica. Ha dado igual que las abracadabrantes teorías de la conspiración quedaran con las vergüenzas al aire y que las propuestas de Rajoy de estas últimas semanas sean un disparate tras otro. El PSOE no reacciona, no ha sabido vender cuatro años de crecimiento económico espectacular, el superávit del presupuesto y de la Seguridad Social, etc.
El resultado de ambas estrategias: que a un mes de las elecciones, los populares están a la menor distancia (1,5 puntos) de los socialistas, lo que ha generado preocupación en éstos y entusiasmo en aquéllos; todo ello de acuerdo con la interpretación que la prensa hace de la última encuesta del CIS. Según le dijo ZP a Gabilondo tras su entrevista en Cuatro, teóricamente fuera de micrófono, la situación está controlada pero, eso sí, habrá que meter tensión en las próximas semanas y empezar a dramatizar. No sé en qué consistirán dicha tensión y dicha dramatización, pero pienso que el PSOE debería centrar su estrategia en dos bloques: – Vender lo mucho y bueno que ha hecho en estos cuatros años. ZP ganó las elecciones de hace cuatro años prometiendo actuaciones concretas que, además, empezó por cumplir, demostrando firmeza y serenidad. Lástima que luego se desfondara, perdiera energía y entrara en una meliflua espiral descendente de indefinición, intentando contentar a tirios y troyanos, lo que, además de no poder ser, es imposible.
Jesús Lens Espinosa de los Monteros. |