Seguimos con el ya conocido The Florens Project, escrito a cuatro, pero con un sólo corazón, que presentamos hace una semana y que ya tuvo su primera parte con la Entrada dedicada a Haile Gebreselassie. La trayectoria de Pau Gasol es lo suficientemente conocida como para que resulte ocioso, en este momento, volver a recordarla con detenimiento. Su medalla de oro con los Golden Boys en Lisboa, su paso por el Barcelona, el draft y su salto a la NBA se pueden seguir en decenas de webs, con sólo poner Gasol en un buscador cualquiera de Internet. Pero nos gustaría situarnos, en un ejercicio de empatía, en dos o tres momentos de la carrera de Pau. El primero, cuando los Grizzlies, el equipo en que militaba en la NBA hasta hace unos días, perdieron el cuarto partido del play off de la temporada 2005-2006 frente a los Dallas Mavericks.
Hasta ese momento, todo había sido espectacular en la carrera de Pau. Sus impresionantes números y prestaciones habían hecho crecer a los Grizzlies hasta límites insospechados. El sólo hecho de alcanzar los play off por el título era un logro, aunque la primera vez que lo hicieron, terminaran cayendo por 4 a 0 frente a San Antonio, uno de los grandes equipos de la liga. Un éxito. De hecho, una proeza. Y gran parte de ese éxito era imputable a Pau, por lo que los responsables del equipo le ofrecieron una renovación del contrato, que le ligaría al club de Memphis hasta 2011, a cambio de unos 70 millones dólares.
El culmen en la carrera de Pau llegó en la temporada 2005-2006, cuando fue elegido para jugar el All-star game de la NBA, el partido de las estrellas. Otra buena temporada regular y, sin embargo, otra cruel decepción en los play off: 4 a 0 frente a Dallas.
Por eso, si nos ponemos en la piel de Pau, estamos convencidos de que tras el último partido de play off que perdió ese año cobró conciencia de que su etapa en los Grizzlies estaba terminada. Atado por un contrato de larga duración, se rompió la magia entre el pívot español y el equipo de Memphis. Ya no se hablaba de Pau como el líder sobre el que construir un equipo ganador. Ya no había confianza. Nadie se creía las promesas que hacían los directivos del equipo de fichar con talento para apuntalar al equipo. De hecho, las prestaciones de Gasol, bajaron notablemente en el Eurobásket de España y ese último lanzamiento a canasta que erró en la final contra Rusia es el mejor resumen de lo que se había convertido en una historia de pesadumbre y frustración. Porque a sus veintisiete años, parecía que Gasol acabaría pasando sin pena ni gloria por la historia del mejor baloncesto del mundo. Lo que al principio se consideró como una decisión acertada –jugar muchos minutos en un equipo pequeño para adquirir experiencia y tablas, contribuyendo a hacerlo grande- parecía haberse tornado en un error del que era imposible escapar.
La noticia saltó el viernes 1 de febrero. Gasol abandonaba Memphis. Hasta ahí, razonable. De hecho, ya se venía hablando de un posible traspaso de Gasol desde hacía meses. Ahora bien, que el destino del jugador español fuese, nada más y nada menos que los Lakers de Los Ángeles, posiblemente el equipo con más glamour de la NBA, era otro cantar.
¿Hacía bien Gasol en dejar un equipo en que era el líder indiscutible para marcharse a otro en que tendría que compartir el protagonismo con una estrella como Kobe Bryant, acusada de aburrir al mismísimo Shaquille O`Neal hasta el punto de forzar su marcha?
Es lo que tienen las grandes decisiones: que siempre son controvertidas, que siempre entrañan un riesgo, que siempre provocan vértigo. Tras jugar los primeros cinco partidos con los Lakers, ganar cuatro de ellos, promediar treinta puntos y cerca de diez rebotes y colaborar a que Bryant anote, igualmente, más de treinta tantos por partido; Gasol decía lo siguiente: «he recuperado la motivación y la ilusión que me caracteriza como jugador. Ahora tengo una oportunidad inmensa de ganar cada noche y eso me ilusiona. Era algo que había perdido en los últimos años».
Llega un momento en la vida de las personas en que cambiar de aires, más que un deseo, más incluso que una necesidad; es una obligación. Porque los ciclos se agotan. Porque las necesidades básicas cambian. Porque el ser humano necesita estímulos que van más allá de una nómina a fin de mes o de una cierta seguridad laboral, profesional o personal. Y tomar la decisión nunca es fácil. ¿Por qué ahora? ¿Y si esperamos un poco? ¿Y si nos concedemos otra oportunidad? ¿Y si las cosas cambian? Pero la vida nos demuestra, una vez detrás de otra, que las cosas no mejoran por ciencia infusa. Que las cosas, para que cambien, necesitan de nuestro apoyo, de nuestro impulso, de nuestra colaboración. Y que, muchas veces, demasiadas, nos desgastamos en proyectos, aventuras, relaciones y trabajos que, por desgracia, ya están muertos. Saber decir “hasta aquí hemos llegado”, plantarse y cambiar de rumbo, es una de las virtudes cardinales que toda persona debería cultivar desde la más tierna infancia. Saber poner fin a las cosas en el momento justo, preciso y oportuno es una de esas raras habilidades que deberían enseñarse en las escuelas. Da lo mismo que hablemos de una inversión en la Bolsa que de una relación de pareja, de un proyecto empresarial que de una afición deportiva. Llega un punto en que es necesario cerrar una puerta para abrir otra. Eso sí. Nunca es conveniente marcharse dando un portazo ya que nunca sabemos si, alguna vez, tendremos que volver a tocar en la misma puerta. Gasol, en ese sentido, ha sido todo un caballero: “Me voy de los Grizzlies con tristeza ya que dejo atrás años maravillosos”. Genio y figura. Grande, caballero. Pau Gasol. Ahora le espera el glamour y la gloria, el mirar hacia arriba en la clasificación y regodearse en su primera victoria en los play offs. A Pau, a partir de ahora, le espera jugar bien, contribuir a que sus compañeros jueguen mejor y, por supuesto, conseguir que su equipo sea el mejor del mundo, soñando razonablemente con el anillo de campeón y con las mieles del triunfo.
Porque nunca se ha escrito nada de un cobarde y sólo gana el que se arriesga, el que sabe cuándo dar un paso adelante, el que apuesta a ganador, el que no escatima esfuerzos, el que tiene una mentalidad triunfadora, que no se arrostra ante las dificultades y para quién el mejor estímulo no es sino el desafío más difícil. Antonio Jesús Florens. |