Hace unos días presentábamos en Granada, por fin, «Hasta donde el cine nos lleve», tal y como contamos, emocionados, en ESTA ENTRADA, que terminábamos haciendo referencia a Fran, coautor del libro y amigo ausente en dicha presentación por las razones y motivos que explica en estas notas que ahora reproducimos, dedicadas a todos los buenos amigos que nos acompañasteis ese viernes tan memorable:
Amables amigos presentes:
Me pide Jesús, mi compañero del tan fatigoso como placentero viaje de escribir este Hasta donde el cine nos lleve, que redacte unas líneas a propósito de nuestro libro con el fin de suplir, aunque sea solo un poco, mi ausencia… como si yo fuese indispensable o algo parecido. Mi primer impulso es, como aquellas jovencitas que perseguían Alfredo Landa y la pareja Pajares-Esteso, hacerme el sueco, y simular que no he recibido el mail, pero luego me acuerdo de que Stanley Kubrick, poco antes de morir, agradeció uno de los muchos premios que recibió pero que no recogió en persona a través de un vídeo en el que humilde -sí, Kubrick podía ser humilde- se mostraba como alguien que no merecía tanto galardón. Pues yo merezco mucha menos cancha, pero no puedo evitar el morboso placer de homenajear mediante esta nota al autor de 2001. Una odisea del espacio.
Precisamente 2001 es una de las primeras películas que aparecen en nuestro libro, que seguro que nuestro maestro de ceremonias Andrés Sopeña Monsalve y el bueno de monsieur Lens les presentarán como ustedes merecen. O sea, muy bien. Pero aunque Kubrick es un director al que idolatro, mi recuerdo primordial a la hora de dirigirme a ustedes es para David Lynch, posiblemente el realizador que me enseñó a amar el cine, y para Una historia verdadera, la película en la que el por lo general inquietante y desconcertante cineasta norteamericano reveló su faz más luminosa y fordiana… de John Ford, el director, no de Henry Ford, el de los coches. Porque Alvin Straight no necesitó de ninguna ayuda del Sr. Ford, de Henry digo, para cruzar varios estados y reencontrarse con su hermano enfermo; le bastó con una vieja segadora John Deere.
Las líneas sobre Una historia verdadera fueron las primeras que, al menos en lo que a mi parte concierne, se escribieron de este libro. Luego llegaron muchos más viajes, largos y fugaces, célebres y anónimos, y muchas más películas, míticas o no muy conocidas, buenas o menos buenas. Pero todas con la idea del viaje como eje central y nexo de unión.
Hoy no puedo estar con ustedes porque me he visto embarcado en otro viaje, uno muy especial: el de la paternidad, condición inminente que cualquier día de estos llega de sopetón y no quiero ni puedo permitir que me pille a demasiados kilómetros de mi hogar en Alicante. Así pues, espero me disculpen, y créanme que lamento muchísimo no estar ahí con ustedes… por puro egoísmo, por volver a visitar la ciudad que tanto me deslumbró cuando estuve allí hace un par de años, si bien estoy tranquilo porque, como decía al principio, dejo el asunto en las mejores manos.
Mi único consuelo es que no tendré que escuchar por enésima vez, con esto de publicar un libro y tener un hijo en el mismo año, que solo me queda plantar un árbol, algo que a un urbanita como yo se le hace muy monte arriba. Eso se lo dejo a Jesús Lens, la mitad más aventurera y viajera del equipo.
Lo dicho: que muchas gracias por asistir y por interesarse en un proyecto en el que hemos puesto mucha dedicación y todo el cariño del mundo. Les deseo, de todo corazón, la posibilidad de hacer muchos viajes de verdad allá a donde quieran ir, y deseo que nos dejen que los viajes de mentira, los del cine, los pongamos nosotros. Un fuerte abrazo para todos.
Francisco J. Ortiz.