Suena la música. “Dámele, dámele todo el poder… Dámele, dámele todo el power… Porque no nacimos donde no hay que comer, no hay porque preguntarnos ¿cómo lo vamos a hacer?”. Les pongo en situación. Acabo de terminar de leer ‘Hot sur’ el magno novelón de Laura Restrepo sobre la inmigración y el sueño americano que felizmente ha reeditado Alfaguara, y en un momento dado, la banda sonora que suena en sus páginas la pone Molotov, un grupazo mexicano que cantaba alto y claro.
Estoy loco por hablar de las 600 paginacas de ‘Hot sur’ y su prosa enfebrecida. Por ejemplo, este párrafo, en el que una presa latina encerrada en una cárcel yanqui habla del curso de escritura creativa que imparte un voluntarioso profesor igualmente yanqui. Y concienciado.
“En la siguiente clase nos puso a hacer otra lista, esta vez de adjetivos, anotando enfrente la definición. Uno de los diez míos fue ‘paniqueado’, y le puse enfrente, ‘comido por el pánico’. Usted me preguntó si acaso estar paniqueado no era igual a ‘sentir pánico’, y yo le contesté, una persona como usted tal vez ‘sienta pánico’, una como yo está jodida y ‘paniqueada’. Eso quiere decir que el miedo se le metió a uno adentro para no salir más, quiere decir que uno y su pánico ya se volvieron la misma cosa”. ¡Foh!
Pero la actualidad manda y como también salí muy trastornado del cine después de ver ‘Furiosa’, aparco de momento la novela de Restrepo, recomendándoles encarecidamente que la lean, eso sí. Igual que, si aún no la han visto, les animo a darse un salto a la sala que les pille más cerca para sumergirse en el ruido y la furia de la película más reciente de George Miller, perteneciente a la saga de ‘Mad Max’, uno de esos hitos de la historia del cine que, quienes peinamos canas, estamos disfrutando en tiempo real y de manera desaforada.
Hace unas semanas estuve en Kinépolis viendo en pantalla grande el primer ‘Mad Max’, el de 1979, subtitulado ‘Salvajes de la autopista’, con coloquio incluido gracias al buen hacer de mi querido Manolo Oña. Aquella era una película bien negro-criminal con la venganza como leit motiv. Y precisamente la venganza es el motor que mueve a Furiosa, la aguerrida protagonista de la precuela de la secuela del Loco Max.
Contar de qué va una película como ésta no tiene mucho sentido. Estamos en un futuro distópico en el que, tras la III Guerra Mundial, el mundo ha quedado reducido a piedra y arena. El agua y la gasolina son los bienes más preciados. La primera sacia la sed de los pocos humanos supervivientes. La segunda les permite seguir matándose, como llevamos haciendo desde el origen de los tiempos.
—El agua, la gasolina… y las balas— me dice una atenta lectora que, además, ha visto la película—. No olvides las balas.
Y las balas. Porque el agua es vida, la gasolina es movilidad y desarrollo y las balas son la muerte. Aunque lo de gasolina y desarrollo podíamos ponerlo entre paréntesis, que al final lo que provoca es más muerte y destrucción. Como (casi) siempre ocurre con los recursos energéticos.
Las nuevas entregas de la saga ‘Mad Max’, como la música de Molotov, no se andan con sutilezas. Aunque en ‘Furiosa’ tenemos algo parecido al viaje del héroe, heroína en este caso; lo que nos regala George Miller es adrenalina a tope, persecuciones sin fin, espectaculares vistas de los diferentes desiertos australianos y su poquito de crítica social, claro. ¿Es ese el futuro que nos espera? A la vista de lo que pasa en el mundo, de los preocupantes resultados de las últimas elecciones europeas y a la espera de las yanquis, en noviembre; lo mismo sí. Para nuestra desgracia.
Con homenajes a ‘Ben Hur’ y a los westerns con atracos a trenes, ‘Furiosa’ es un brutalísimo espectáculo visual, auditivo y sensorial de primer orden que, si pueden ver en una sala de cine, insisto, no deberían perderse.
—Oye, vale, muy bien. ¿Pero cómo conecta exactamente lo de ‘Hot sur’ con ‘Furiosa’?— me dice la voz amiga—. Porque esa última frase olía a final y se me queda un tanto difuso el texto.
—Pues… lo que había pensado era conectar lo que “no nacimos donde no hay que comer” de los incendiarios Molotov con el universo hambriento de ‘Furiosa’…
—Un poquito cogido por los pelos, ¿no te parece?— Me responde esa acerada voz amiga—. Además que esa canción de Molotov no tiene nada de furioso, precisamente. Que más bien en una baladita enciende-mecheros. Esa obsesión con los grupos de los años 90 del siglo pasado…
—Visto, así, claro, la verdad es que sí. Lo que pasa es que ese personaje del que escribo no es particularmente furioso.
—Había pensado más bien que ibas a conectarlo por el párrafo de la mujer ‘paniqueada’. No he leído la novela, pero Furiosa empieza siendo una niña paniqueada, tal y como la describe Laura Restrepo, ¿no te parece?
—¡Claro, claro! Si es justo lo que iba a decir y a escribir, lo que pasa es que el espacio es limitado y…
—¡Claro, claro! Faltaría más.
—Pues eso. Que ‘Hot sur’, ‘Furiosa’, dos chicas paniqueadas que, sin embargo…
—¡Calla, calla! A ver si ahora haces spoiler.
—¡Ays! Es verdad. Bueno, pues que lean a Laura Restrepo, vayan al cine a ver ‘Furiosa’ y que MUCHAS GRACIAS.
Jesús Lens