Ahora que los tragabulos intentan convencernos de que con la vacuna nos meten una especie de imán que atrae a las cucharas de metal, dándole nueva vida al mítico Uri Geller, es buen momento para hablar de Granada como polo de atracción de personas de todo el mundo.
El pasado miércoles, al terminar el partidazo del CB Granada Covirán, nos fuimos a celebrar la victoria al Monti, frente al Palacio de Deportes. Además de una nutrida y merecidamente eufórica representación de la familia Pin, por allí andaba Carlinhos de Cobos, uno de los exjugadores del equipo. La semana pasada, antes del partido, también nos encontramos a Alo Marín y Devin Wright tomando una birra. ¿Qué les da a los jugadores el presidente, Óscar Fernández Arenas, para que una vez fuera del equipo, vuelvan a Granada y regresen al Palacio con esa fidelidad y entusiasmo?
Todo el mundo quiere venir a Granada. Lo he escrito una y mil veces. A la gente le encanta volver y cualquier excusa es buena, de unos play offs de baloncesto a un festival cultural. Siempre que hablamos con escritores, dibujantes y cineastas para participar en Gravite o Granada Noir, se muestran encantados de venir a nuestra tierra. No hay que convencerles. Lo llevan de serie. Imagino que algo les daremos, también, Gustavo Gómez y yo. Pero no nos engañemos. El imán es Granada.
No nos andemos con rodeos: vivimos en una ciudad cojonuda. La pena es que el ecosistema y el entorno no ayudan. Por desgracia, el peso político y social de Granada está a años luz de su historia, su patrimonio y su belleza. A nuestros munícipes se les llena la boca con promesas y palabrería, pero los hechos son los hechos: cada vez pintamos menos. Mientras los políticos se emborrachan de Capitalidad Cultural 2031, la cultura languidece en Granada. ¿Han visto lo que va a montar Málaga, ahora en materia literaria, con más de 50 autores de ambos lados del Atlántico? Mientras, aquí, somos incapaces de darle una mínima estructura económica, jurídica y organizativa a la Feria del Libro.
Todo es posible en Granada. Verbigracia, lo del alcalde. A la vez, todo es imposible. Todo son pegas, excusas y palos en las ruedas. Todo son roalillos y amiguismos. El famoso quítate tú para ponerme yo. No hay hoja de ruta alguna que, más allá de los discursos y las promesas vacuas, sirva para trazar un rumbo creíble. Con lo fácil que sería, a nada que le pusieran un poco, solo un poco, de empeño y profesionalidad.
Jesús Lens