La columna de hoy en IDEAL está dedicada a una persona que, durante estos años, ha sido jefe, compañero y amigo a la vez. ¡Salud!
Hasta hace relativamente poco estaba convencido de que lo importante era hacer cosas. Muchas, variadas, diferentes y excitantes. Al grito de ¡acción!, la consigna era mantenerse en un estado de movimiento perpetuo. De un tiempo a esta parte, sin embargo, vengo conociendo a alguna gente cuya principal característica es, además de hacer cosas, conseguir que a su alrededor pasen otras muchas.
Y me llamó la atención, hace unas semanas, en el Foro Estratégico de las Cajas de Ahorros tan brillantemente organizado por la CECA, las palabras de uno de los contertulios, cuando dijo que en el mundo hay tres tipos de personas: las que hacen que ocurran cosas, las que ven lo que sucede a su alrededor y… las que no se enteran de nada.
Hacer cosas es relativamente sencillo. Siendo mínimamente inquietos, nuestra sociedad nos brinda mil y una posibilidades para la acción. Sin embargo, conseguir que a nuestro alrededor ocurran cosas productivas, creativas y positivas es mucho más complicado.
Tomemos el fútbol como ejemplo. Un equipo lo componen once jugadores y cada uno desempeña un papel determinado en el campo. Pero, de entre todos ellos, hay algunos que cada vez que tienen el balón en sus pies generan una sensación de amenaza, peligro e incertidumbre para el contrario. Precisamente eso es lo que diferencia a las megaestrellas de los buenos jugadores: la capacidad de conseguir que, a través de la íntima comunión entre su cerebro visionario y sus pies, sucedan cosas teóricamente imposibles en el campo: un pase inverosímil, un trallazo inapelable o una parada prodigiosa.
Volviendo a la vida normal, reconozcamos que ni siquiera organizar una cena para una Peña de amigos es fácil. Cuando no es el presupuesto es el menú. O las fechas. No es fácil aglutinar a la gente y, desde luego, los buenos organizadores escasean. A ver, ¿cuando fue la última vez que organizaste alguna actividad? ¿Qué te movió a ello? ¿Cómo salió la cosa? ¿Repetirías?
Dice la sabiduría empresarial que lo importante no es conocer la respuesta a una pregunta, sino a la persona que conoce la respuesta. Siguiendo la misma lógica, arrimarse a esa gente carismática y especial a cuyo alrededor pasan cosas garantiza diversión, creatividad, crecimiento personal y enriquecimiento intelectual.
Una mezcla de suerte y de oportunidades aprovechadas me ha permitido, estos años, trabajar con una de esas personas. Han sido años estupendos en los que he crecido.
Y aprendido mucho y de muchas cosas. Más allá de números y cifras, he aprendido lo importante que es la ilusión, la visión a largo plazo y la capacidad de liderazgo. Y, en justa correspondencia, el valor del esfuerzo, del tesón y de la rectitud. La trascendental importancia del amor por el trabajo bien hecho. Lecciones de vida, todas ellas, que dejan una huella indeleble y perdurable, de las que se quedan marcadas a sangre y fuego por siempre jamás.
Jesús Lens Espinosa de los Monteros.