Hierro Viejo: Tarantino en la España de Fargo

Primer tópico: el negro es el género urbano por antonomasia. Los Ángeles, Boston, Nueva York, Madrid, Estocolmo, Barcelona… Callejones oscuros y rascacielos, grandes avenidas, semáforos, clubes de jazz, bares de bebedores solitarios…

Segundo tópico: el noir rural se traslada a escenarios de ensueño cuya paz y tranquilidad se ven perturbadas por un delito más o menos grave, siniestro o aterrador. Una preciosa localidad de montaña tipo ‘Twin Peaks’, con sus secretos oscuros enterrados en lo profundo del bosque. Un encantador pueblecito británico con sus rosaledas y amables ancianas que te envenenan después de invitarte a tomar un té con pastas. Un idílico lugar en la costa donde las tormentas sacuden un mar tempestuoso y, cuando llega la calma, se descubre un cadáver flotando entre las rocas…

¿Y qué pasa con ese otro campo que no es cuqui? ¿Qué pasa con esos escenarios rurales en absoluto instagrameables? Porque buena parte de esa España que se va quedando vacía es así, entre árida y austera, por decirlo suavemente.

La novela ‘Hierro viejo’, de Marto Pariente, publicada por la colección Policiaca de Siruela, transcurre en esa España poco o nada espectacular a la que se llega dejando las autovías y carreteras nacionales para circular por las comarcales y locales. La España de los pueblos chicos, casetas de herramientas, polígonos industriales, naves y bares de carretera. La España de los cafés con leche en vaso de caña con más arañazos que después de ir a coger moras; carajillos y sol y sombra; por mucho que a Dudas Franco le guste el café de especialidad, de civeta a ser posible. Pero es que Dudas es un pijo.  

Muy al contrario, el protagonista de ‘Hierro viejo’ es un viejo enterrador que, con su pala a cuestas, padece de la próstata. Coveiro, se llama. Y trabaja en el camposanto de Balanegra. Un curro tranquilo, apenas dos o tres entierros al año. De ahí que tenga tiempo para echarle un ojo a Marco, su sobrino autista, y de salir a cazar con su escopeta de postas. Aunque ya ni eso se le da bien. Del todo.

Avisan a Coveiro del Ayuntamiento. Que se vista elegante, que hay entierro de postín. Se trata del hijo de Rubí de Miguel, la renombrada empresaria, dueña absoluta de la industria cárnica más importante de España y cuya mascota sólo podía ser Roñas, un adorable y sonrosado cerdito.

No les cuento nada sobre el argumento, en clave de western noir. Sólo les diré que hay unos solucionadores de problemas muy particulares, los Bobby. Son una adorable pareja que, como todas las parejas adorables, tienen su altibajos. Y está el otro hijo de Rubí, un pintas que conduce una motáncana de gran cilindrada, al que le gusta ponerse hasta las trancas a pesar de sus problemas mentales y que no sabe estarse quieto. Ni parado. Hay drogas. Y sexo. Y violencia. Pero una violencia seca, descarnada y vengativa. 

A lo largo de las 200 vertiginosas páginas de ‘Hierro viejo’ lo sabremos todo, o casi, sobre Coveiro, un anciano de armas tomar que podría ser un Clint Eastwood crepuscular dirigido por el mismísimo Quentin Tarantino, pero en los escenarios de un ‘Fargo’ a la española. 

La capacidad de Marto Pariente para conducirnos por paisajes diferentes a los muy trillados del noir más convencional es extraordinaria. Ya lo demostró en ‘La cordura del idiota’, cuya acción transcurría en los campos de Guadalajara y que fue traducida al francés y publicada nada más y nada menos que por la prestigiosa y fundacional Série Noire de la editorial Gallimard. ¡Palabras muy mayores, oigan!

Jesús Lens