Uno de mis placeres no tan secretos es programar cine. Pensar en ciclos de películas que sean más, mucho más, que una mera acumulación de títulos. El pasado fin de semana tuve la suerte -y la responsabilidad- de diseñar un mini-ciclo de cinco títulos de cine negro clásico norteamericano con marcada presencia femenina, pero que no se pisara con las programadas en otros ciclos de parecidas características.
Reconozco que estaba atascado, con las neuronas cociéndose en su propio jugo, colapsado y sin ideas. Entonces volví a él. Al tótem. A ese monumento escrito por Blas Gil Extremera y publicado por la osada, valiente y arrojada editorial Alhulia de Salobreña.
“Hollywood. Los años dorados (1927-1967)” es una barbaridad de libro. En todos los sentidos de la palabra. Cerca de 900 páginas en un volumen de enorme formato, con buen papel, letra grande y decenas de imágenes de carteles de época.
Se trata del personalísimo diccionario cinematográfico de una persona extraordinaria. Porque el doctor Gil Extremera, catedrático de la UGR, Médico Andaluz del Año 2009 y miembro de prestigiosas asociaciones nacionales e internacionales, “pertenece a la ilustre tradición de los médicos humanistas… un espíritu inquieto devorado por la curiosidad, amante y excelente conocedor de la buena música, lector de literatura e historia y abierto a todas las solicitaciones de la cultura”.
—¡Y también un sabio y excelente cinéfilo!—añadiría yo. Porque el anterior entrecomillado pertenece nada más y nada menos que a Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura.
He vuelto a repasar las páginas de un diccionario que, como todos los diccionarios escritos por una sola persona, es subjetivo, apasionado y emocionante. Es una gozada recorrer entrada tras entrada, de la A a la Z, reconociendo tantísimas películas que forman parte de mi educación cinéfila y, por tanto, sentimental. Y descubriendo otras muchas que, si Blas dice que hay que ver, es que hay que verlas.
Creyendo como creo en las afinidades electivas, tengo que agradecer a Alhulia que haya enfrentado la maravillosa locura de publicar un libro radicalmente imposible, según los cánones de la edición contemporánea. Gracias a este monumento construido en papel, me siento mucho más cerca de un sagaz cinéfilo, hombre sabio y buena persona. Uno de esos libros que invitan a ver cine, a volver a ver películas míticas y a descubrir joyas emboscadas y olvidadas.
Jesús Lens