A estas harturas de presidencia trumpiana, imagino que estarán ustedes hasta los tumpiates de recibir memes sobre Muros entre pueblos, barrios, ciudades y provincias varias que pagará el vecino de arriba, fotos de Donald ataviado con las gorras más estrafalarias e imágenes de decretos presidenciales que ordenan la construcción de la Estrella de la Muerte de Star Wars.
Y es que el ingenio humano no tiene límites. Resulta increíble cómo, en cada vez menos tiempo, todo acontecimiento llamativo o significativo que ocurre en cualquier lugar del mundo resulta brillante e inmediatamente parodiado.
El problema es que tengo la sensación de que, por culpa de las memes, los gifs y las parodias, empezamos a quitarle importancia y trascendencia a lo que ocurre en la realidad. Y la realidad es que Trump ha destituido fulminantemente a la fiscal que se opuso a su decreto antiinmigratorio. Por ejemplo. Y pocas gracietas se pueden hacer de algo tan grave. Y de ello hablo hoy en IDEAL.
Está muy bien reírse del flequillo de Trump y de su peinado imposible. El humor es necesario y bienvenido y los viñetistas y caricaturistas de los medios de comunicación han sido, desde tiempos inmemoriales, ácidos y críticos comentaristas de la actualidad.
Sin embargo y de un tiempo a esta parte, a la vez que criticamos lo que pasa en el mundo a través de la sátira humorística, construimos una realidad paralela. Una realidad cómica, divertida y hasta desternillante que nos hace perder la perspectiva.
Hoy, Trump no existe como individuo. Ni siquiera parece existir el presidente de los Estados Unidos. Lo que existe es una parodia de ambos. Y mientras nos reímos y nos burlamos de ella, la realidad avanza, inexorable, erosionando principios básicos de la democracia que habíamos dado por supuestos. Hasta que llegue un momento en que la risa se nos quede congelada en el rostro. Porque no haya nada de lo que reír. ¿Cuántas burlas no se harían, en su momento, sobre la altura de Hitler y lo ridículo de su infame bigotito?
Adoro la risa. Y la carcajada. Amo el sarcasmo y mato por una buena sátira. Pero seamos conscientes del alcance real de los hechos y decisiones que nos provocan tanta hilaridad. No perdamos de vista el dramático impacto que conllevan esas decisiones de las que tanto nos reímos y las gravísimas consecuencias que pueden tener en el futuro inmediato.
Jesús Lens