Estoy siguiendo el juicio sobre las entradas fraudulentas a la Alhambra como si se tratara de la más adictiva novela policíaca escrita por maestros del procedural como Lorenzo Silva o Alicia Gimenez Bartlett. Un juicio que esta semana ha tenido un momento álgido con el testimonio de dos agentes de la policía autonómica que estuvieron infiltradas en el recinto nazarí, en 2005, para investigar desde dentro el fraude presuntamente orquestado por personal de la propia Alhambra y empleados de establecimientos hoteleros y de agencias de viaje. Y de ello hablo en IDEAL.
Como aficionado al género negro, hay dos tipos de policías a los que les tengo un especial respeto: los de asuntos internos y los infiltrados. Tiene que ser muy, pero muy complicado convertirse en policía que investiga a la propia policía. Lo que los agentes de asuntos internos deben de soportar en el desempeño de su labor solo lo saben ellos, sus familias y sus amigos más cercanos. A sabiendas de que su labor es imprescindible para evitar la corrupción y los desmanes dentro de la policía, su papel es harto difícil.
Y luego están los infiltrados, una modalidad de policía que requiere de una sangre fría alucinante. Y de unas dotes dramáticas que ya las quisieran para sí muchos de los actores del método Stanislavski. El infiltrado, además de ser un gran policía, ha de empatizar (que no simpatizar) con las personas a las que investiga. Ganarse su confianza y labrar relaciones de amistad que, después, serán indefectiblemente dinamitadas. En aras de la justicia, sí. Pero que no tiene que ser nada de fácil.
En la investigación del fraude de las entradas de la Alhambra, una agente de policía se infiltró como azafata de una agencia de viajes y, otra, como becaria en la unidad de análisis de datos del monumento. Trabajos que les permitieron ser testigos de las malas prácticas que ahora se juzgan. No sé si esta infiltración les resultó más o menos sencilla, pero si han visto ustedes películas como “El Lobo”, de Miguel Curtois, “Donnie Brasco”, de Mike Newell o “Infiltrados”, de Martin Scorsese; sabrán de lo extremadamente delicado de este trabajo.
Termino con una recomendación: la serie británica “Line of duty”, un inmejorable ejemplo de narrativa policial en la que los protagonistas son los policías encargados de investigar la corrupción interna.
Policías que también tienen que infiltrarse entre sus colegas, por cierto.
Jesús Lens