El pasado sábado se celebraba el cumpleaños de Ernest Hemingway y, cuando vi que The Killers era tendencia en twitter, pensé que se trataba de un homenaje al enorme escritor norteamericano, recordando uno de sus cuentos más famosos, base de la literatura negra contemporánea.
Pero no. Los Asesinos de twitter nada tenían que ver con el cuento protagonizado por los dos sicarios que buscan al Sueco en el remoto pueblo de Summit. Los Asesinos de moda son un grupo de música que gusta tanto a la reina Letizia como a Pedro Sánchez. Y estaban en el candelabro porque, para escuchar su concierto en el Festival de Benicassim, el presidente del gobierno se desplazó en su avión oficial, lo que despertó un alud de críticas en las redes y los medios.
El primer impulso es indignarse, por supuesto. ¡Qué morro, ir a un concierto de rock en el avión oficial! De inmediato, sin embargo, me surge la duda: ¿se hubiera montado semejante lío si, en vez de al FIB, Sánchez hubiera venido al Festival Internacional de Música y Danza de Granada o a visitar el Legado de Lorca en La Romanilla?
La diferencia estribaría en si la visita era de carácter oficial o privado, pero ¿existe semejante distinción en el siglo XXI de las redes sociales y la exposición mediática non stop?
No hay nada más importante para un político, ahora mismo, que su imagen. Lo podíamos leer sobre Sarkozy, que se ha dejado crecer una sana barrigota desde que salió del Elíseo: cuando era presidente, un kilo de más -y unos centímetros de menos- eran cuestión de Estado.
Yendo al FIB a escuchar a The Killers, Sánchez estaba trabajando. Trabajando su imagen y trabajando la imagen de su gobierno. Lo importante de su agenda, ese día, no era visitar a Ximo Puig o a la alcaldesa de Castellón, Amparo Marco. Lo importante era mostrar a un presidente de gobierno joven y moderno, capaz de conectar con el público festivalero. El debate sobre el uso del avión oficial para ir al curro, eso sí, sigue abierto.
Jesús Lens