Ustedes pueden pensar que exagero si les digo que ayer fue uno de los días más excitantes del año. Y eso que el 2018 va servido de adrenalina. Pero la apertura del #TATGranada18 me dejó sin aliento, escuchando las sucesivas y complementarias ponencias de personalidades como Nathalie Picquot, Joseph E. Stiglitz o Anya Schiffrin.
La responsable de Twitter España, Nathalie Picquot, defendió la importancia de la tecnología como gran aliada de la comunicación y la transmisión de información, poniendo como ejemplo el impacto de la red social del pajarito azul en el abrumador éxito del 8M, con cientos de miles de conversaciones sobre la cuestión de la mujer. Twitter se habría convertido, así, en un altavoz para colectivos a los que, hasta ahora, les costaba más trabajo hacerse escuchar.
Por su parte, el Premio Nobel de Economía, Joseph E. Stiglitz y la especialista en medios de comunicación de la Universidad de Columbia, Anya Schiffrin, pusieron el acento en la cuestión de las noticias falsas y la infoxicación en sus imprescindibles ponencias. Y ahí es cuando las redes sociales mutan de encantador y seductor Doctor Jekyll, en un amenazante y peligroso Dr. Hyde, dado que las redes sociales son para los bulos lo mismo que el viento para un incendio forestal.
Me gustan las redes. Me encantan, de hecho. Soy un furibundo y convencido usuario tanto de Twitter como de Facebook. Y precisamente por eso considero esencial que ambas plataformas se comprometan de forma decidida en el control y erradicación de las noticias falsas.
Dicho lo cual, con la misma fuerza hay que apelar al sentido común de los usuarios y autoexigirnos rigor a la hora de decidir qué “noticias” compartimos y cuáles denunciamos por ser bulos interesados.
Si ustedes son usuarios de las redes, siéntanse concernidos por ello. Aunque sea por una cuestión de orgullo y prestigio personal: no hay nada más descorazonador que encontrarte con un amigo al que consideras inteligente y preparado compartiendo una noticia que apesta por los cuatro costados y que, en cuanto haces una sencilla comprobación rutinaria, resulta ser… un mojón.
Jesús Lens