Muchos hombres han sido bautizados a lo largo de la historia como ‘padres’ de mil y una disciplinas. De la ginopsiquiatría, por ejemplo. ¿Había oído usted hablar de esa ‘ciencia’? Yo tampoco. Ahora, sin embargo, no la podré olvidar jamás. De los jamases.
Reparen en la ¿contradicción? del título. ‘Carnicero. Padre de la ginopsiquiatría moderna’. Si lo combinas con la impresionante imagen de la portada del libro cobra menos sentido aún. ¿Qué tienen que ver los cortes de carne con una disciplina llamada ginopsiquiatría?
En cuanto empiecen a leer la portentosa novela de la escritora Joyce Carol Oates, su obra más reciente, publicada por la editorial Alfaguara con traducción de Núria Molines Galarza, entenderán el porqué. Los porqués. Y el cómo y el cuándo de una historia que transcurre en la Costa Este de los Estados Unidos a lo largo del siglo XIX.
El protagonista masculino de ‘Carnicero’ es el muy prestigioso, citado y admirado doctor Silas Aloysius Weir, padre de una disciplina que defiende la tesis de que “la enajenación mental en las mujeres es consecuencia de las infecciones, en particular, de los genitales femeninos, responsables de un amplio espectro de estados de ánimo, fugas disociativas, excentricidades, ‘caprichos’ y cosas por el estilo, así como de manifestaciones más graves de lo que se considera locura”, según nos cuenta la autora. Gino-psiquiatría. Está claro, ¿verdad?
A lo largo de las 415 páginas de ‘Carnicero’ conoceremos, además, a Brigit Kinealy. Y a Gretel, Nestra, Betsabé, Wilhelmina, Zenobia, Mahala, Juel y otras pacientes que, internadas en un manicomio de Nueva Jersey, pasarán por las manos de Carnicero. Del muy solicitado, referenciado y publicado doctor Weir. Ellas son las auténticas protagonistas. Las heroínas de la novela. De hecho, Joyce Carol Oates dedica ‘Carnicero’ a “todas las Brigit, las que tienen nombre y las que no, las silenciadas y aquellas cuya voz se oyó, las olvidadas y las que la Historia recuerda”.
Porque, digámoslo también, aunque ‘Carnicero’ es una novela, una obra de ficción, está basada en médicos y científicos que existieron realmente. Consulten la historia de un tal James Marion Simms sin ir más lejos, que ha pasado a la historia como padre de de la ginecología y, sin embargo…
Cuando lean el prólogo de la autora con el que arranca ‘Carnicero’ verán que es de lo más elocuente y revelador. Carol Oates no se guarda ningún as bajo la manga. No quiere ‘sorpresas’ ni mantener al lector enganchado a través de giros inesperados y sorprendentes de la trama, persecuciones trepidantes o increíbles descubrimientos. No le hace falta ni lo necesita. Lo que cuenta y cómo lo cuenta es suficiente para mantenernos imantados a un libro que nos deja más ojipláticos a cada página.
Y, sin embargo, no seré yo quien le aconseje leerla, regalarla o recomendarla. Es una novela dura. Muy dura. Duele, desgarra y escuece por momentos. Y así debe ser. Y eso que Joyce Carol Oates no se recrea en según qué descripciones. A través de un lenguaje frío y aséptico como un escalpelo va contando la visión del doctor Weir de lo que pasa en ‘su’ manicomio y, entreveradas, otras visiones distintas. Otras ópticas. Otras versiones. Incluida la de Brigit, tan importante.
Esta tarde empezamos el año lector de Granada Noir en Librería Picasso con la reunión de nuestro Club de lectura. No sé cómo habrá caído esta ‘Carnicero’ durante la Navidad, pero seguro que la cosa estará movida, discutida, peleada y, sobre todo, interesante. Porque hay lecturas que abren heridas y dejan cicatrices. ‘Carnicero’, de Joyce Carol Oates, es una de ellas.
Jesús Lens
Deja una respuesta