LA ANTÁRTIDA. MUSAS DE HIELO. PARTE II

Seguimos con la segunda parte del especial dedicado a la Antártida, cuyo arranque publicamos ayer.

La pureza del hielo y la nieve hace que los paisajes antárticos sean propicios para albergar sagas mitológicas, como cuenta John Calvin Batchelor en “El nacimiento de la República Popular de la Antártida”, publicada por Ediciones Minotauro y que tiene ecos y resonancias de novelas clásicas como “Moby Dick”, “La Odisea” o “Beowulf”, contando la historia de Grim Fiddle, nacido en 1973 y testigo de excepción del derrumbe de la Civilización Occidental a comienzos del siglo XXI por culpa de los problemas energéticos. Los hombres, para sobrevivir, han de embarcarse y recorrer los mares, como hace el protagonista en su velero, “El Ángel de la Muerte” en que se concita un microcosmos, reflejo de la convulsa sociedad del momento, y que se dirige al círculo polar antártico para organizar un campamento en la zona conocida como Cruz de Hielo.


Con guión de Francisco Casavella, el director Manuel Huerga rodó “Antártida” en 1995, protagonizada por Ariadna Gil y Carlos Fuentes. La película cuenta una historia de huida y descubrimiento, protagonizada por María (Ariadna Gil) y Rafa (Carlos Fuentes). Ella es una yonki desencantada que camina por el lado más salvaje de la vida. Él, un chaval vitalista, optimista y parlanchín hasta el aturdimiento. Ambos robarán un alijo de droga que les pondrá en fuga, perseguidos por narcos y policías, en busca de un refugio permanente que, para ellos, debería ser un lugar tan etéreo y desconocido como esa Antártida con que se titula la película y que también tiene ecos de la frialdad de la heroína a la que es adicta la protagonista.

Un título y una historia que nacen, precisamente, de la famosa canción de John Cale, “Antartida starts here”, que forma parte de la banda sonora y que juega un papel determinante en una de las películas españolas más interesantes de los años noventa, en la secuencia en que María y Rafa asisten al concierto que Cale daba en Madrid y en el que, por supuesto, el mayor protagonismo es para esa canción que el antiguo miembro de la Velvet Underground compuso en 1973, como homenaje a la Gloria Swanson más decadente.

LA CONQUISTA DEL INFIERNO BLANCO

La Antártida, lo hemos visto, es sinónimo de escapada, refugio, pureza, miedo a lo desconocido, terror vacui y naturaleza salvaje y descarnada en estado puro. Así, era obligatorio que los aventureros más osados del momento tuvieran como objetivo alcanzar el Polo Sur magnético o recorrer todo el continente en su integridad.

Descubierta en 1603 por el español Gabriel de Castilla, la Antártida está asociada a nombres como el de James Cook, que la circunnavegó en 1772, aunque habrá que esperar al comienzo del siglo XX para que se desencadenara la auténtica fiebre antártica, encarnada por tres nombres, principalmente.

El primero, el célebre Ernest Shackleton y sus tres expediciones, la tercera de las cuáles, realizada a bordo del Endurance, ha pasado a la historia de la exploración como uno de los fracasos resueltos con mayor éxito gracias a la pericia, las dotes de mando y la capacidad de sacrificio y persuasión del líder de la misma. Cuando el barco quedó atrapado por los hielos, Shackleton inició un periplo aparentemente imposible a través del que consiguió poner a salvo a todos sus hombres, tras una larguísima travesía en bote y a pie, rodeados de inmensos témpanos de hielo, en unas condiciones infernales.


Y tenemos que recordar, por supuesto, la no menos famosa carrera entre Admudsen y Scott por conquistar el Polo Sur, improvisada competición que ha hecho derramar centenares de litros de tinta a lo largo de la historia.

Aunque sólo estos capítulos de los anales de la exploración darían para un reportaje de muchísimas páginas, no debemos dejar de reseñar películas como “Shackleton”, dirigida por Charles Sturridge e interpretada por Keneth Branagh o libros clásicos como “Viaje hacia el Polo Sur y alrededor del mundo”, de James Cook o “La última gran aventura: el sacrificio del capitán Scott en la Antártida”, de Max Jones y “El peor viaje del mundo: la expedición de Scott al Polo Sur”, de Apsley Cherry-Garrard.

En resumen, que la Antártida, aún pareciendo vacía, desolada e infernal, ha servido para inspirar a decenas de artistas a lo largo de la historia. Y nada mejor que dejarse conducir por ellos al infierno blanco precisamente ahora que, en España, se baten récords de temperatura y nos vemos abrasados por sucesivas olas de calor africanas.

No es de extrañar, pues, que la exposición del Parque de las Ciencias de Granada, dedicada al sexto y más desconocido continente, ése que ni siquiera aparece reflejado en la bandera de la ONU, esté siendo todo un éxito. Porque no hay mejor receta contra el calor que hacer un viaje antártico, aunque sea a través del cine, el cómic y la literatura.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.