No hay nada más complicado, en el proceloso mundo de la dialéctica, que administrar los silencios. Siempre que doy cursos y charlas sobre comunicación, se lo advierto al alumnado, poniendo como ejemplo al auténtico maestro en eso de quedarse callado: Jesús Quintero.
El Loco de la Colina le sacaba más verdades a sus interlocutores callando que friéndoles a preguntas. ¿Se acuerdan de aquellos hondos silencios, en los que parecía que el tiempo se detenía y el entrevistado, sin saber qué hacer, acababa diciendo en alta voz lo que jamás hubiera sospechado que iba a confesar?
No nos llevamos bien con el silencio. No estamos acostumbrados a él. Vivimos en una sociedad eminentemente estruendosa. ¡Qué les pregunten a los cada vez más escasos vecinos de la Plaza del Carmen, hartos del ruido imperante en los aledaños del Ayuntamiento!
Aun así, el silencio está teniendo mucha presencia en los debates de la campaña electoral. Hemos podido escuchar a Cayetana Álvarez de Toledo apelar a él durante una aberrante intervención en que mezclaba el silencio, las violaciones y el consentimiento.
En el debate del lunes, Rivera se deslizó por el filo de la navaja con su afectada y teatrera -que no teatral- apelación al simon-garfunkeliano sonido del silencio. Al principio, pensé que se refería a las mujeres, ausentes en este Todos contra Todos y solo visibles en televisión… mientras pasaban la mopa.
Sánchez y Casado fueron más prudentes en su gestión del silencio, haciendo bueno el Tractatus de Wittgenstein: “De lo que no se puede hablar, es mejor callarse”. Interpelados por Rivera e Iglesias por la cuestión de los pactos post-electorales, se hicieron los longuis.
Casado sabe que necesita a la ultraderecha, pero no lo quiere confesar en alta voz. Ni puede comprometerse a hacer presidente a Rivera, llegados a un rocambolesco recuento de sufragios. Por su parte, Pedro negó tres veces a Pablo, como si siguiéramos en Semana Santa, no sea que al final haya que centrarse. O algo.
Para silencio estruendoso, el de Casado frente a las 127 iniciativas votadas al alimón entre el PP vasco y Bildu y las siniestras manos manchadas de sangre. ¡Ahí sí se pudo escuchar un largo, espeso y genuino sound of silence!
Jesús Lens