Entre las lecturas encadenadas de estas últimas semanas, dos de ellas tienen mucho que ver con la recuperación literaria de la Memoria Histórica. Aunque ‘pequeñas mujeres rojas’, así en minúscula; y ‘Franco debe morir’ son dos novelas muy diferentes entre sí, temática y estilísticamente, ambas miran hacia atrás para hacernos reflexionar sobre el aquí y el ahora.
Marta Sanz termina su trilogía policíaca con ‘pequeñas mujeres rojas’, publicada por Anagrama. La protagonista es Paula, que llega a un pueblo llamado Azafrán para localizar y excavar fosas de la Guerra Civil. En vez de alojarse en un coqueto hotelito rural, como el resto del equipo, lo hace en el hotel de los Beato, los terratenientes de un pueblo al que algún vecino gracioso ha cambiado el nombre a Azufrón.
A través de una prosa deslumbrante, Marta Sanz hace que el lector se sienta dentro de la asfixiante realidad de Azafrán. Su novela, literariamente muy exigente, le reclama una atención plena. A cambio, le recompensa con una historia que le removerá por dentro. Que le obligará a parar de leer de vez en cuando para tomar oxígeno y distancia de lo que cuenta. Y de cómo lo cuenta.
“A Paula, los terneros, la vejez de las flores quemadas por el sol, los pueblos vacíos, le llegan a lo más hondo. Más que cada uno de los huesos que irá desenterrando”. Estamos en el territorio del western noir. con una idea muy clara sobre la importancia de recuperar esa Memoria Histórica que, para algunos, debería seguir enterrada: “Cuando nos ponemos a recordar nos encontramos con gente que ha perdido la memoria. Escribimos la historia, la corregimos, a partir de lagunas y huecos. Patologías, cicatrices del paisaje, senilidad. También nos mueve la mano algún aullido desgarrador. Un hambre. Porque también hay gente que se acuerda de todo. O que no disimula”.
La protagonista se pregunta por qué callan quienes deberían recordar, hablar y contar. “Por comodidad, por desinterés, por aburrimiento. Por un puesto de trabajo en el aserradero de pinos o en la fábrica de muebles. Por una reducción del alquiler”.
No les cuento nada del argumento de una novela cuya narrativa, como los travellings cinematográficos para Godard, es una cuestión moral. Al final, como explica Marta Sanz de una forma tan gráfica como preclara, “bajo la sábana no se ocultaba un piano, sino un ataúd”.
Por su parte y publicada por Reino de Cordelia, ‘Franco debe morir’ es la novela más reciente de Alejandro M. Gallo, en la que se narra la lucha de los guerrilleros antifranquistas en las montañas de Asturias y León, después de la Guerra Civil. La vida de los exiliados en Francia también ocupa una buena parte de la narración. Y un plan para matar a Franco, obviamente.
Todo comienza cuando, ya instalados en el siglo XXI, llega la noticia de la muerte de María Libertad, una de aquellas luchadoras antifranquistas de la inmediata posguerra. Gracias a unas grabaciones realizadas por la Universidad de Oviedo, podremos conocer algunas de “las experiencias de las gentes durante la dictadura. Las recopilaron de forma oral, conscientes de que nadie escribiría sobre ellas y lo importante era evitar que aquel material se perdiese. Archivo de Fuentes Orales para la Historia Social, creo que lo llaman”.
Y es que, para Alejandro M. Gallo, recuperar la memoria de la guerrilla antifranquista es esencial. Ahí está su ‘Operación Exterminio’, sin ir más lejos, en la que se narraba dicha lucha “hasta la primavera de 1948, cuando las fuerzas conjuntas de falangistas, militares y policías de la dictadura consiguieron asesinar a la mayoría de los integrantes de las partidas guerrilleras en Asturias y se produjo de seguido la matanza del Pozo Funeres”.
Con ‘Franco debe morir’ continúa contando la historia de los últimos guerrilleros antifranquistas: Manuel Díaz, Caxigal, en Asturias y Manuel Girón, el Inmortal’, en León. Además del exilio francés, como dijimos. Y una escapada al sur. Que la novela incluye un par de capítulos que transcurren en Granada, entre la sierra y el Sacromonte, protagonizados por ‘El Paco’ y el comandante Roberto.
Adictiva y repleta de ritmo y acción, ‘Franco debe morir’ está protagonizada por esa María Libertad que es toda una superheroína. Su periodo de formación, los entrenamientos y las primeras misiones en que participa cortan el aliento.
Pero la acción va de la mano de la reflexión. Y de la crítica social. Ilustrativo, por ejemplo, el momento en que, para tomar una decisión complicada, se reúne una autoerigida asamblea del Monte: “la cobardía ante la necesidad de tomar decisiones y la búsqueda del anonimato que da una asamblea”.
Una novela que, por seguir en el territorio del imaginario de Far West, sería un western crepuscular, lúcido y hermoso. Porque, como señala Alejandro al hablar de uno de los guerrilleros, “su vida había sido legendaria, pero hasta las leyendas se agotan”.
Jesús Lens