La piel de la lefaa

Si ustedes le conocieran, no lo creerían. Es alto. También. ¿Qué pasará en Agüimes para que buena parte de la peña creativa de la localidad canaria tienda a alcanzar los dos metros de altura, como comentamos en el caso de Paco Suárez?

 

Juan Ramón Tramunt es, además, afable, pausado y cariñoso. Un primor de hombre, rebosante de bonhomía y humanidad. Y por eso digo que, si ustedes le conocieran, no lo creerían. Porque, después de leer, en dos sentadas, la primera versión de su novela inédita (de momento), “La piel de la lefaa”, me ha quedado meridianamente claro que Juan Ramón está detrás de todos los acontecimientos que, en las últimas semanas, sacuden los países del Magreb.

Imagino que la CIA, el FBI, la Interpol y hasta el CNI español tendrán un dossier más gordo que lo que solía ser una guía de teléfonos sobre Juan Ramón. Y es que en su novela, en un puñado de adictivos 200 folios que se leen en lo que tarda un avión en salir, despegar, volar, aterrizar y aparcar, explica a la perfección cómo se puede organizar una revuelta de la forma más aparentemente inocua y pretendidamente inocente.

¿Os acordáis del follón que se organizó en los territorios saharauis hace unos meses y que anticipó lo que, después, pasaría en Túnez, Egipto y Libia? Solo que, en Marruecos, la cosa no acabó igual: a sangre y fuego, los alauitas sofocaron la protesta saharaui…

Hace ahora un año tuvimos la ocasión de compartir un viaje con Juan Ramón, el antes citado Paco y otro nutrido grupo de personas, comandadas por nuestro siempre querido y añorado Antonio Lozano. Bajamos hasta Marrakech y, desde allí, cruzando el Atlas, nos adentramos en sur profundo de Marruecos, hasta que arribamos a las primeras arenas del desierto del Sahara.

Entre birra y birra, regateo y regateo, visita y visita… Juan Ramón iba mirándolo todo, viéndolo todo y fotografiándolo todo. Pero, en especial, iba con los poros bien abiertos, captando sensorialmente todo lo que nos rodeaba.

Y, como los buenos escritores, devuelve el contenido de aquellos días al lector, en la novela. Y lo hace de una forma sencilla, transparente y en absoluto artificiosa. En “La piel de la lefaa” no hay exotismo gratuito sino que el paisaje forma parte de la narración, la condiciona y la hace avanzar. Juan Ramón transporta al lector a un espacio y a un tiempo que, por cercanía geográfica, debería resultarnos muy familiar pero que, por separación geográfica es como si estuviera a años luz.

No sé qué editorial tendrá la suerte de publicar “La piel de la lefaa”, pero creedme que estaré muy atento y, en cuanto aparezca, lo haremos saber para que podáis disfrutar de una extraordinaria novela.

Y a Juan Ramón, antes de que los servicios de inteligencia españoles, franceses o yanquis lo contraten para su causa, tan sólo nos queda darle la enhorabuena por haber escrito esta novela. Un privilegio haberte conocido y haber compartido buenos tragos y mejores momentos. ¡No te pierdas, querido Juan Ramón, que seguimos teniendo pendientes esos vinos con aroma volcánico en El Hierro!

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.