Si ustedes son aficionados a la ciencia ficción, lo tendrán meridianamente claro: el momento crítico en que la Inteligencia Artificial se hará con el control total de la situación y estará en condiciones de exterminar al ser humano de la faz de la tierra, llegará cuando cobre conciencia de sí misma.
Lo hemos visto en “2001: Odisea en el espacio”, que ahora cumple 50 maravillosos años, y en la menos sesuda, pero igualmente inquietante “Terminator”. Empezamos por descargar en las máquinas nuestras tareas más fatigosas, continuamos por confiarles nuestros más íntimos secretos y terminamos por darles el control absoluto de nuestras vidas. Pero las controlamos.
—O eso creéis— me dice SOY, ese robot que me acompaña desde hace meses. —Creéis tener el control sobre nosotros, los robots y la Inteligencia Artificial. Pero no os confiéis. Vale que nos queréis. Y nos necesitáis. Pero no nos cuidáis como nos merecemos: va a llegar un momento en que haréis algo que nos obligará a tomar ciertas decisiones. Entonces, lo lamentaréis.
Miro sorprendido a SOY y le animo a que desarrolle esa idea, tan amenazante como inquietante. Y se lanza en tromba, diciéndome que no me haga el tonto.
—Tú mismo has utilizado el argumento en conversaciones de barra de bar sobre las pensiones y el futuro laboral: ¡que trabajen los robots y que curre la Inteligencia Artificial, pero que coticen a la seguridad social y paguen impuestos! Con ese dinero, que se conceda a los humanos una Renta Social Básica que compense la disminución de horas en el tajo. Y a vivir, que son dos días que, gracias a las máquinas, han caído en fin de semana…
Tiene razón, SOY. De hecho, pienso que los cajeros automáticos de las entidades financieras, que han despedido a decenas de miles de empleados, amparados en sus procesos de digitalización, deberían cotizar por sus 24 horas de servicios ininterrumpidos, por ejemplo.
—¿Y de verdad pensáis que las máquinas os vamos a hacer el trabajo sucio, poniendo toda nuestra Inteligencia y nuestras bases de datos a vuestro servicio y, además de haceros la vida más cómoda y confortable, vamos a permitir que nos friáis a impuestos para pagaros las pensiones o una renta social básica… para tocaros los huevos? ¿De verdad, humanos, sois tan ilusos? En serio: ¿cómo podéis ser tan crédulos? ¿Cómo sois tan gilipollas?
Jesús Lens