Ellos se reían cuando les dije que la siguiente vez que nos viéramos podrían hablar libremente de su final porque ya lo habría leído. No me creyeron y, quizá por eso, no sacaron el tema, unas semanas después, cuando volvimos a coincidir en la mesa de un bar, con unas buenas birras delante.
Y es que no daban crédito, mi Cuate Pepe y Nerea, cuando les impelí a dejar de hablar de la novela de Ruiz Zafón, que no la había leído. De hecho, mi Cuate me miraba hasta revirao…
Pero ya lo conté aquí, hablando de “El Principito”, “Bomarzo” y una antigua iniciativa que pusimos en marcha, los Liblogs: cuando alguien muy cercano me recomienda vivamente un libro, no sé la extraña razón que me lleva a no hacerle caso y no leerlo. En el caso de “La sombra del viento”, mi madre me había insistido tanto en que me iba a gustar… que nunca lo leí. Y eso que decenas de personas fiables avalaban su lectura.
Efectivamente, abrir las páginas de la novela de Ruiz Zafón y sumergirse en las andanzas de Daniel Sempere es un placer: desde que traspasa las puertas del Cementerio de los Libros Olvidados, todo lo que le pasa al personaje, sus enamoramientos y decepciones, sus encuentros y desencuentros, sus aventuras y desventuras… nos atrapan y conquistan sin remisión.
– ¡Pero qué me estás contando! – seguro que estáis pensando alguno. ¡A buenas horas nos va a hablar éste de “La sombra del viento”, una novela seguramente leída por la mayoría de vosotros…!
Así las cosas (va por Rash) y aunque mi personaje favorito sea el del viejo libertino y libertario amigo de Daniel, uno de esos espíritus libres y puros que siempre dicen lo que piensan -aunque su actitud les depare más de uno o de tres severos disgustos- no os voy a cansar hablando de unos personajes y una trama que conocéis a la perfección.
Hablemos, pues, de Barcelona. Aunque hablar de la ciudad condal, en este caso, sea hablar de un personaje más, en realidad. Porque Barcelona, sus calles, su atmósfera y las personas que la habitan y transitan, es una de esas ciudades literarias que, desde las páginas de un libro, transmiten sensaciones vivas, plásticas y perceptibles para el lector.
Barcelona, como París o Nueva York, es una ciudad que no se acaba nunca. Barcelona. La mera enunciación de su nombre evoca al puerto y al barrio de la Barceloneta en que se encuentra la librería “Negra y Criminal”. Barcelona, la ciudad de los prodigios, de Gaudí y de las editoriales más potentes de este país y de toda Sudamérica. Barcelona, el modernismo, la Exposición Universal y las Olimpiadas. La Barcelona mestiza, mediterránea y europea. La Barcelona anarquista, libertaria, insumisa y contestataria. La ciudad del diseño y la creatividad. Barcelona, una de las pocas ciudades españolas a las que me iría a vivir, voluntariamente hablando.
¿Qué si me ha gustado “La sombra del viento”? ¿Tú que crees? ¡Pues claro que sí! Una novela estupenda, medida y adictiva. Aunque el final, efectivamente, sea demasiado edulcorado…
Jesús Lens Espinosa de los Monteros.