Yo no soy de los que creen que las Crisis traen cosas buenas, pero sí espero que, al menos, ésta que nos aflige se lleve consigo algunos vicios lamentables heredados de épocas pretéritas. Como lo políticamente correcto, por ejemplo.
Que no sé hasta qué punto, por ser políticamente correctos, hemos admitido, aunque sea silenciosamente, determinados comportamientos que han terminado por demostrarse de mal gusto, notablemente inmorales y, sobre todo, éticamente dudosos.
Este año, habiendo leído las dos novelas más recientes del autor canario Alexis Ravelo, me he dado cuenta de que la novela negra española tenía mucho de políticamente correcto, ignorando algunos de los aspectos más sórdidos de la sociedad y maquillando el lado más oscuro de sus protagonistas.
Y es que Alexis no se anda con chiquitas y, así, en su electrizante “La estrategia del pequinés”, que ya comentamos aquí, no dudaba en llevarse por delante y darle boleta a cualquier personaje, en desnudar algunos de los comportamientos más deleznables de esa Beautiful People que resultó ser mucho más fea de lo que el bótox permitía atisbar.
Ilusionado con la que espero sea otra novela negra, negra como el petróleo; me lanzo sobre las páginas de “La última tumba”, galardonada con la XVII edición del Premio de Novela Negra de Getafe, publicado por la editorial Edaf en su colección Voz y Tiempo; y me encuentro con 250 páginas volcadas hacia un único propósito: hacer justicia a través de una brutal reivindicación de la venganza como instrumento para reparar los errores del pasado.
Conoceremos al protagonista de la novela, Adrián, cuando sale de la cárcel en 2011, tras haber cumplido más de veinte de los veintinueve años de prisión a los que fue condenado por el brutal asesinato de Diego Jiménez.
A finales de los 80, Adrián era un chapero drogadicto que hacía cualquier cosa para conseguir unos miles de pesetas. Diego, por su parte, era el reputado y refinado asesor de un conocido dirigente insular. Tras conocerse en un monasterio, donde el chapero trataba de desintoxicarse y el probo hombre de negocios hacía un retiro espiritual; Adrián y Diego iniciaron una complicada relación erótico-amatoria con tintes de Pigmalión que terminó una noche, abruptamente, cuando alguien mató a Diego… y le cargó con el mochuelo al infeliz de Adrián.
En los tiempos del euro, por fin libre y gracias al apoyo de su hermano, Adrián vuelve a sentirse persona, trabajando en la tienda que fue de sus padres. Limpio de drogas, ni siquiera bebe alcohol. Solo se permite fumar. Y pensar. Pensar en cómo vengarse de quiénes le condujeron a la cárcel. No le importan las razones por las que lo hicieron. Solo quiere justicia. Y, en su caso, la justicia equivale a venganza.
A partir de ahí, la narración de Ravelo avanza a pasos agigantados, urdiendo una trama que, progresivamente, se va complicando. Porque, en esta vida, para saber quién lo hizo, hay que saber por qué lo hizo. Y, entonces, las razones vuelven a ser importantes.
El lector de “La última tumba” se va a encontrar con una novela escrita a tumba abierta, en la que el autor no dudará en aplicar las necesarias dosis de violencia que la misma requiere. Y, como veréis, son muchas. Y variadas. Y sangrientas. Y no le temblará el pulso a la hora de hacerlo. Como a su protagonista.
Porque hay otra novela negra, hard boiled, descarnada, dura y salvaje. Como la realidad. Y Alexis Ravelo es, hoy por hoy, su mejor exponente.
Si te gustan las emociones literariamente fuertes y los personajes sólidos, rocosos, decididos y con las cosas claras, no dejes de leer “La última tumba”. Te va a gustar. Eso sí, hazte a la idea de que estas páginas salpican. Sangre.
Jesús Lens