Hace unos años, tras la publicación de “El elefante de marfil”, la escritora Nerea Riesco pasó unos días en Granada, en proceso de documentación para una nueva novela. Aprovechamos aquellos días de otoño para visitar la Alhambra y hacer algunos recorridos especiales. En concreto, recuerdo que hicimos en de la Alhambra de las Mujeres.
También estuvimos en el Museo CajaGRANADA, realizando una visita temática sobre los años previos a la caída/toma/rendición/entrega de Granada, donde descubrimos a personajes tan interesantes como los alfaqueques. Y visitamos algunas iglesias, tratando de localizar alguna antigua mezquita cuyas características arquitectónicas sirvieran a Nerea para su narración.
Abro las primeras páginas de “Las puertas del paraíso” y me encuentro con una sorpresa mayúscula: la narración está contada por un personaje ciego. ¡Toma ya! Una novela histórica, género muy basado en la descripción de lo que ve el protagonista, narrada por un ciego. ¡Eso sí que es todo un desafío!
Desafío del que Nerea sale airosa, que su Yago nos va conduciendo a de Valladolid a Sevilla, a Córdoba y a Granada a través del tacto de sus manos, de los aromas que percibe, los sabores que paladea y la música que escucha. Porque la vista no lo es todo y, de esta forma, Nerea consigue una novela especialmente sensorial y sensual, que te transporta al pasado a través de la evocación de los sonidos, los olores, los gritos, los susurros, las comidas…
¡Qué sensación, leer una novela sobre la que tanto hablamos en su momento, cuando era un proyecto, una idea, una intención! Qué placer, comprobar cómo tantas de aquellas conversaciones se encuentran, negro sobre blanco, convertidas en literatura. Pura literatura.
Porque si Yago, el músico ciego, es el personaje principal de “Las puertas del paraíso”, las más de 600 páginas de la nueva novela de Nerea Riesco, publicada por Grijalbo, nos presentan a una larga serie de secundarios, unos basados en personajes históricos y otros inventados; pero todos ellos dotados de una fortísima personalidad propia.
Desde el padre de Yago a Vermudo, su socio en las cocinas y amigo que le cubre las espaldas; pasando por Nur, por el Toscano o por el artesano convertido en archienemigo de Yago… y, por supuesto, los Reyes Católicos, Colón, Torquemada, Al Zagal, Aliatar, Aixa y Boabdil. Sobre todo, Boabdil.
Hace unos días, durante la deliciosa presentación de “Las puertas del paraíso” que pudimos compartir en la activa, modélica y vitalista Biblioteca Municipal de La Chana; coincidíamos en que Boabdil es uno de esos perdedores natos de la historia de España. Un personaje maldito al que todo le salió mal… porque era imposible que le saliera de otra manera. Un personaje que hasta en el reparto del callejero granadino ha salido mal parado. Un personaje al que Nerea reivindica en su novela, tratándolo con cariño y hasta con un punto de admiración.
A medida que avanzaba en la lectura de “Las puertas del paraíso”, me sentía transportado a unos años esenciales de la historia de España, pero vividos desde el sentir cotidiano de la gente de a pie. Igualmente disfruté con esa Alhambra repleta de vida. Y de muerte. Que el episodio de los Abencerrajes sigue dando miedo. Con los misteriosos túneles que comunicaban los palacios nazaríes con el Albaycín. ¡Ay, el Albaycín! ¡Cómo respira el Albaycín recreado por Nerea!
Respirar. “Las puertas del paraíso” rezuma vida y pasión. Calor y color. Es una novela palpitante que gustará a todos los buenos lectores, pero que a los granadinos, en concreto, les cautivará. Porque pocas veces ves a tu ciudad convertida no ya en decorado, sino en auténtico personaje de una novela.
¡Gracias, Nerea!
Jesús Lens