Aunque no se nos cae ‘Juego de tronos’ de la boca y estamos como locos por saber cómo acaba uno de los hitos de la historia de la televisión, las dos series que más y mejor nos hablan del aquí y el ahora, de lo que pasa en el mundo contemporáneo, son ‘The Good Fight’ y ‘Billions’, además de esa ‘Oficina de infiltrados’ de la que otras veces les he hablado.
Protagonizadas por abogados, fiscales y tiburones financieros, ambas series respiran una contemporaneidad radical, hasta el punto de que, por momentos, da la sensación de que sus guiones se escriben en tiempo real.
En ‘Billions’ tenemos a un analista andrógino de comportamiento autista que, cuando la rivalidad entre los personajes principales daba síntomas de agotamiento, propulsó la serie hasta la estratosfera. Máxime cuando un turbio e inquietante oligarca ruso interpretado por John Malkovich se incorporó a la trama. Lo más interesante: ver cómo funcionan las relaciones entre los muy poderosos. Tráfico de información privilegiada, manipulación de los mercados, descubrimiento de secretos, chantaje… y acceso.
Lo más codiciado, cuando tienes el dinero por castigo, no es nada que puedas comprar en una tienda, por caro que sea. Lo más codiciado es el acceso a algo que, a priori, parece inaccesible. Como un permiso para aparcar libremente y sin restricciones en cualquier calle de Nueva York. O el acceso a unas pistas de esquí antes de que abra la jornada al público.
En ‘The Good Fight’, (de la que ya les hablé aquí, mucho y bien) la obsesión es Trump y su posible reelección en el 2020. La trama está repleta de referencias a los trolls rusos que manipulan los procesos electorales, al pirateo informático de las complicadas máquinas para votar que usan diferentes estados, a la lluvia dorada y a las escuchas de la NSA.
Pero es que, además, una de las subtramas judiciales se basa en un tema de la máxima gravedad: los ‘efectos secundarios’ de los análisis genéticos que tan de moda se han puesto. Que te hagas un divertido test para saber si tienes sangre celta corriendo por tus venas y que esa información acabe en manos de una compañía de seguros que decida dejar de cubrirte por el riesgo de contraer una enfermedad en el futuro.
Jesús Lens