Sobre el encuentro de Jerónimo Páez y Goytisolo en el marco del Hay Festival, publicamos estas escuetas palabras:
Una cuatrocientas personas siguieron con enorme interés el diálogo que, sobre las relaciones entre España y el mundo islámico, mantuvieron Jerónimo Páez y Juan Goytisolo. Una charla en que se reivindicó la necesidad de una alianza de valores comunes entre los países de las dos orillas del Mediterráneo, así como la de una decidida política europea de paz para Oriente Medio. Igualmente se defendió la esencia mestiza y transcultural de una España que es herencia de múltiples civilizaciones e influencias y que, a su vez, ha sido vehículo de transmisión de ideas, culturas y pensamientos.
Así que dejamos lo que publicamos ayer sábado en el periódico sobre la cordial charla acerca de la literatura de viajes del viernes noche…
Brillantemente introducidos por Juan Antonio Díaz, a lo largo de una hora que se pasó en un suspiro, los tres escritores dialogaron en un ambiente de desenfadada cordialidad acerca de libros, viajes y experiencias, de exilios, regresos, aventuras y encuentros; para deleite de los aproximadamente dos centenares de oyentes que se dieron cita en el muy acogedor y apropiadamente elegido para la ocasión Carmen de los Mártires. Para Tahir Shah, un anglo-paquistaní que reside en Casablanca, estar en Granada es un privilegio. “Porque esto es como un pedazo de Marruecos y los escritores de viajes, lo que realmente hacemos es tender puentes entre culturas. Lo que yo persigo es que en el Este se conozca el Oeste y viceversa.” La literatura como vehículo de conocimiento, de descubrimiento.
Para Jacobs, además, al escribir un relato de viajes se trata de hacer una recreación, con un punto de nostalgia, del periplo ya terminado. Se trata de revivirlo, de regurgitar las sensaciones, de volver a disfrutar de la experiencia. “Pero de una forma más cómoda y sencilla”, ironiza Stewart. “¡Y sin aburrir!”, proclama Tahir. “Porque leer cuarenta páginas en que se describe el desayuno que el autor se tomó en un hotelito, no tiene sentido”. Y ahí es dónde radica el problema de un género literario que, por su propia naturaleza, ha de ser mestizo, mezclando la autobiografía con la novela y la ficción.
En lo que coinciden los tres contertulios es en que lo más importante para un autor es viajar con los ojos bien abiertos, los oídos preparados y los sentidos alerta. Es necesario tener una importante capacidad de observación de todo lo que ocurre alrededor del viajero. En ese sentido, para Shah no hay nada cómo sentarse en un café y dejar que la vida fluya a su alrededor, hablar con la gente, ver, mirar e impregnarse de la magia del ambiente. O, como señaló Jacobs, parafraseando a Azorín: “capturar la realidad poética de las personas y los lugares, huyendo del estereotipo, yendo más allá de lo aparente.” ¿Y por qué viajamos? Más sencillo aún. ¿Por qué les gusta tanto a los lectores este género literario? “Porque nos permite escapar. A ellos y a nosotros”. El viaje como huída fue también reconocido como una fórmula válida; como reivindicación del cambio, del exilio voluntario y, porque no, de la aventura. Porque viajar genera adicción, como señaló Jacobs. Pero este género literario también puede provocar suspicacias. Por ejemplo, una persona del público hizo referencia a la ofensa que puede provocar una descripción errónea hecha por el autor. Los tres contertulios coincidieron en afirmar que, efectivamente, y aún cuando sólo pretendas mostrar la cara más amable de una persona, de una familia o de una cultura; es posible que se produzcan este tipo de malentendidos que, por otra parte, todo escritor debe estar dispuesto a asumir.
Otra cuestión polémica: ¿es lícito que un escritor de viajes, antes de emprender el periplo que después pretende contar, se empape de otros libros y se estudie la historia, geografía, costumbres y demás del lugar que va a visitar? ¿No es una especie de trampa al lector? Igualmente, la respuesta es bastante homogénea: “No. En ningún caso.” Porque el buen escritor, lo que debe hacer, es contar de la forma más ágil posible su propio viaje, dejando constancia de sus encuentros y sus sensaciones. Se trata de generar empatía y, después, de transmitirla, de una forma personal y única.
Lo importante es entusiasmar al lector y tener la capacidad de hacerle sentir lo mismo que el viajero, a través de una narración que transmita esos olores y sabores exóticos, que sea capaz de hacer entendibles los diálogos en idiomas extranjeros y, sobre todo, que permita interpretar esas realidades ajenas que son las que han suscitado la curiosidad del lector y le han llevado a comprar, precisamente, ese concreto libro de viajes que tiene entre sus manos. Jesús Lens Espinosa de los Monteros. |