Cuando hablamos de programación cultural, pensamos en grandes acontecimientos, infraestructuras complejas, conciertos multitudinarios, magnas exposiciones y demás sustantivos acompañados de grandilocuentes adjetivos. Y todo eso está muy bien y es necesario, bienvenido y mejor recibido.
Pero también es necesario volver la mirada a esa otra actividad cultural silenciosa, sorda y discreta, realizada con la paciencia y el buen hacer de la laboriosa hormiguita trabajadora. Los clubes de lectura, por ejemplo.
Los clubes de lectura son una de las mejores cosas que le pueden pasar a una sociedad, termómetro infalible para conocer su estado de salud y el futuro al que se enfrenta.
Este año, la Feria del Libro vuelve a organizar clubes de lectura en torno a libros y autores muy diferentes, para todos los gustos y los intereses, conducidos por personas con tanto criterio como Jesús Ortega, cuyo club trabajará sobre Muñoz Molina y “Sefarad”; Naima Anahnah Boutzakht, sobre “Hombres al sol”, de Gassan Kanafani; Alfonso Salazar, sobre “Seda” de Alejandro Baricco o Raquel Hernández, sobre un clásico como “Primer amor”, de Iván S. Turgueniev. Habrá un cine-fórum y encuentro lector sobre “Marte”, con Francisco González Galindo y Rafael Ortega trabajará sobre Boualem Sansal.
Este año, en Granada Noir hemos elegido una de las novelas más perturbadoras que hemos leído en los últimos tiempos: “Canción dulce”, de la escritora marroquí Leila Slimani, aprovechando que estará en Granada la semana que viene, en el Tres Festival, voces del Mediterráneo que nos trae la Fundación Tres Culturas. (AQUÍ, toda la oferta de Clubes y forma de apuntarse)
Publicada por Cabaret Voltaire y ganadora del Goncourt de 2016, “Canción dulce” gustará al público lector cansado de novelas negras basadas en un crimen y la investigación conducente al descubrimiento y detención de los culpables. Porque es una novela que, partiendo de la peor y más aterradora premisa, ofrece una explicación -que no justificación- a unos hechos espeluznantes, narrados con la frialdad de un informe forense, para tratar de condicionar lo mínimo posible al sobrecogido lector.
“Canción dulce” se lee con ansia y avaricia, lo que demuestra la capacidad de sugestión de Leila Slimani, situando al lector frente a sus propias contradicciones al narrar relaciones de poder y dominio, explotación económica y cultural, prejuicios de clase y un largo etcétera.
Apúntense a estos clubes de la Feria del Libro, inmejorable ocasión de compartir una afición tan solitaria como suele ser la lectura.
Jesús Lens