Vamos con una nueva entrega de Cine con Swing. Hasta ahora llevamos «Round Midnight» y “Paris Blues”. Y a la nómina se incorpora esta nueva película…
La reunión de los Valdés, padre e hijo, en torno a sendos pianos, propiciada por Fernando Trueba, además de provocar un tsunami musical cuyas ondas aún nos siguen emocionando; permitió que saliera a la luz la dura y complicada biografía de Bebo, padre de Chucho.
Bebo, excelso pianista cubano que, entre los años 1947 y 1958 había sido músico residente y arreglista oficial del mítico Tropicana, se exilió de Cuba en 1960, por discrepancias con el gobierno de la isla, dejando atrás a su esposa y a sus cinco hijos para, a partir de 1963, radicarse en Estocolmo, donde formó una nueva familia y donde se pasó treinta años ganándose la vida como pianista de hotel.
Para quiénes amamos el jazz como género musical, pero también disfrutamos de su estética, su ambiente y su romántica iconografía, pocas cosas existen más anti-cool que un pianista de hotel.
Así, resulta imposible ver “Los Fabulosos Baker Boys” y no recordar la historia de los Valdés, más allá de darse la casual circunstancia de que, en la película, los hermanos protagonistas son interpretados por dos sensacionales actores: Beau y Jeff Bridges. Los hermanos Baker se ganan la vida, precisamente, tocando en los fríos y acartonados salones de varios grandes e impersonales hoteles de Seattle y en clubes horteras en los que han de vestir con camisas hawaianas para estar a tono con los cócteles preparados en una batidora eléctrica por una camarera a la que le trae al pairo que los músicos estén interpretando su repertorio. Porque la música no es importante. O, mejor dicho, es importante solo si sirve para que los clientes consuman una determinada cantidad de copas que permita rentabilizar la contratación de los músicos.
Y el problema es que Los fabulosos Baker Boys, tal y como se anuncian a sí mismos en los grandes cartelones que Frank (Beau Bridges) siempre anda acarreando de un lugar a otro, ya no despiertan excesivas pasiones, hasta el punto de ser despedidos de una de las salas en las que llevaban tocando mucho, mucho tiempo. ¿Quizá demasiado?
Pero Frank, que es quién lleva toda la parte comercial del dúo, el que busca los contratos y negocia los precios, tiene una brillante idea: contratar a una vocalista que de vida a la mortecina carrera de los hermanos Baker. Y ahí es donde entra en escena Susie Diamond, interpretada por la mejor y, posiblemente, la más hermosa Michelle Pfeiffer de toda su carrera, no en vano, por este papel ganó el Globo de Oro a la Mejor Actriz, además de otras muchas nominaciones, al Oscar entre ellas.
Escrita y dirigida en 1989 por Steve Kloves, “Los Fabulosos Baker Boys” es una excelente película que enamora por varias razones, pero sobre todo, por su sencillez y su falta de pretensiones. La película son los personajes. Y sus relaciones. Relaciones que oscilan entre lo cómico y lo tenso, con algunas gotas de dramatismo, pero solo el justo y necesario para darle un sentido a la resolución de la relación entre los dos hermanos. Sin embargo, de tragedia, nada. De nada. Afortunadamente.
Resulta llamativo que Kloves, con solo una película a sus espaldas, fuera capaz de poner en marcha “Los Fabulosos Baker Boys”, de la que es autor total, en su doble condición de guionista y director. Cuatro años después, en 1989, también conseguiría escribir y dirigir “Flesh and Bone”, una película de corte negro y criminal, pero ahí termina su carrera como cineasta hasta que, en el año 2001 se pone tras la cámara para filmar “Harry Potter y la piedra filosofal” y, a partir de ahí, la mayoría de las entregas de la serie del niño mago.
Nacido en Austin (Texas), en 1960, Kloves creció y se formó en California, llegando a ingresar en la UCLA de Los Ángeles, aunque no tardó en dejar sus estudios para trabajar en la industria del cine, como escritor. Tras haber ultimado el guion de “Los Fabulosos Baker Boys”, el libreto se pasó varios años de mesa en mesa, entre diferentes productoras de Hollywood. Hasta que al propio Kloves le dieron la oportunidad de dirigirla. La película tuvo éxito y repercusión, pero “Flesh and Bone” fue un fiasco total, lo que le condujo al ostracismo profesional durante varios años y le hizo renunciar a cualquier veleidad de autoría creativa.
¿Se convirtió Kloves en un trasunto de ese gris Frank Baker que toca en hoteles de Seattle para asegurarse un dinero a fin de mes, con el que mantener a su familia? ¿Renunció, como hace Jack Baker, a desarrollar una carrera creativa realmente excitante y arriesgada?
Porque ahí es donde radica el quid de la película: en las diferentes concepciones que los dos hermanos tienen tanto de la música como de la vida. Frank, casado y con hijos, tiene claro que de lo que se trata es de ganar dinero. Y si para eso hay que repetir 300 noches al año un mismo repertorio, que incluye temas tan obvios como “Feelings”, pues se repite. Y si hay que contar una y otra vez el mismo chiste, se cuenta. Lo importante es la pasta.
Jack, el hermano pequeño y el más talentoso de los dos, interpretado por el hermano guapo y seductor de los Bridges, Jeff; se deja arrastrar por una rutina que, desde el principio, vemos que no le satisface nada en absoluto. Detesta cómo su hermano ha de sonreír a los empresarios que les dan trabajo, aunque algunos se comporten como unos capullos y se encuentra hastiado de los chistes a los que tiene que responder cada noche. Pero, sobre todo, odia el tópico, manido, clásico y convencional repertorio que han de desgranar en cada concierto. Un repertorio a prueba de bombas. Siempre el mismo. Idéntico. E interpretado en el mismo orden. Y concierto.
Por eso, Jack siempre llega a los conciertos en el último momento, para desesperación de Frank. Como si no le importaran un ápice. Aprovecha para burlarse del pelo teñido de su hermano, toca como un autómata, cobra su parte y no tarda en desaparecer, a ser posible, con alguna chica con la que comparta las ganas… de no complicarse la vida.
Jack vive solo en un apartamento, con la única compañía de su perro y las ocasionales visitas de una niña, una vecina a la que tiene medio apadrinada, dada la disoluta vida de su madre, que entra y sale libremente por la ventana que da a la escalera de incendios del edificio.
La llegada de Susie, sin embargo y por supuesto, lo cambiará todo.
Continúa leyendo, aquí, la segunda parte y, aquí, la entrada dedicada a la Banda Sonora.