Hoy es ese Día de la Cruz que, para muchos, es una cruz de día. Ha querido la casualidad que este año llegue tras un fin de semana largo, lo que contribuye a disfrazar de festiva irrealidad el comienzo de una semana que será histórica para Granada. De ello hablo en mi artículo de IDEAL.
Porque el jueves tendremos nuevo alcalde. O alcaldesa. Ahora mismo, nada parece asegurado. Por “culpa” de un nombre, que está en la picota: Manuel Lorente, el diputado de deportes cuya dimisión exige Ciudadanos para apoyar a Paco Cuenca como alcalde.
Lorente está siendo investigado por un presunto trato de favor y contrataciones irregulares durante su mandato como regidor de Iznalloz. Él sostiene que es inocente y que lo va a probar, sin embargo, la presunción de culpabilidad impuesta por los partidos en España, le obligará a marcharse. Presumiblemente. Tal y como ocurrió con los ya lejanos en el recuerdo José Torres e Isabel Nieto. Que no hay como un buen Puente para sepultar en el olvido a cualquiera. Por importante que fuera. O creyera serlo.
(Última hora: Lorente ya ha dimitido)
El ambiente está tan enrarecido en España y la corrupción se ha enseñoreado de tal forma de nuestras instituciones que, en política, todo el mundo es culpable mientras no se demuestre lo contrario. Y como la justicia es lenta, la Pena de Portada importa más que las sentencias firmes. De ahí que se crucen tantas denuncias y querellas y se exijan tantas dimisiones, sin importar los trámites procesales o la naturaleza de los delitos investigados.
La Pena de Portada es peligrosa. ¿Dónde ponemos el límite? Es insostenible mantener en el cargo a un alcalde detenido por la UDEF e investigado por una decena de delitos relacionados con su gestión urbanística, hasta que el Tribunal Supremo dictamine la firmeza de la resolución pertinente. Pero, ¿debe dimitir cualquier cargo público tan pronto sea investigado judicialmente? No parece que este extremo sea jurídica ni constitucionalmente defendible. Sería, más bien, propio de los tiempos de la Caza de Brujas desencadenada en Salem, a finales del siglo XVII.
La otra cara de la moneda es la necesidad que parecen tener los partidos de mantener en sus cargos a sujetos relacionados con la corrupción. ¿Lo hacen por su valía o, más bien, porque “son de los nuestros”? Y, con los nuestros, como con la patria de Cánovas: con razón o sin ella.
Jesús Lens