El título de la novela de Alexis Ravelo es ‘Un tío con una bolsa en la cabeza’ y la publica la editorial Siruela en su colección Policíaca. Yo le habría puesto, aunque fuera como subtítulo, ‘Manual práctico de corrupción contemporánea’. Además, si fuera responsable de un partido político, sea del color que sea, se lo regalaría a todos los miembros que ingresaran en las Juventudes y/o Nuevas Generaciones y, al mes, organizaría un club de lectura con ellos para asegurarme de que lo han entendido e interiorizado.
‘Un tío con una bolsa en la cabeza’ comienza con un tío con una bolsa en la cabeza que se asfixia, literalmente hablando. No es nada erótico o sexual, sino un modo de tortura… o algo peor.
El tío con la bolsa en la cabeza, además, está maniatado. Y así no hay forma de respirar. Mientras boquea e intenta librarse de su siniestra mordaza, el tío con una bolsa en la cabeza trata de entender qué le está pasando y por qué. En realidad, se centra en el por qué. Lo que le está pasando es fácil de entender: se está ahogando. La cuestión, como siempre ocurre con las cosas importantes de la vida, es saber por qué. ¿Se trata de un atraco que se le ha ido de las manos a los delincuentes o hay algo más?
Es entonces cuando empieza a repasar su vida, desde que era un chavea. O un chacho, que estamos en Canarias. Una vida marcada por una decisión: dedicarse a la política. En cuerpo y alma. Entregarse a ella y ser consecuente con la decisión tomada. Lo que no es fácil. Nada fácil. O sí. Quizá. ¿Quién sabe?
El chacho se llama Gabriel Sánchez Santana, conocido como Gabrielo por los amigos. Que son muchos. Muchísimos, en realidad. Aunque quizá no tanto. Quizá no tantos. En el momento de comenzar la novela, Gabrielo, además de ser un tío con una bolsa en la cabeza, es el alcalde del municipio de San Expósito. Una localidad que podría ser la Poisonville de ‘Cosecha roja’, el clásico de Dashiell Hammett, pero a comienzos del siglo XXI. Una localidad corrupta, por tanto.
¿Pueden una ciudad, un pueblo, una comunidad, un partido o un país; ser tildados de corruptos? Tema espinoso, porque corruptas son las personas. Pero cuando demasiados individuos de una misma organización hieden a corrupción es que algo pasa.
Alexis Ravelo, libra por libra uno de los mejores escritores de género negro de nuestro país, nos vuelve a noquear con una novela que no hace ni una maldita concesión y que golpea fuerte y duro en la cabeza. Una novela que llama al pan, pan y al corrupto, corrupto; sin ambages ni disimulos.
Una novela, eso sí, que explica muy bien explicado cómo y por qué un chaval joven y prometedor termina convertido en un político vendido al que no le tiembla el pulso a la hora de introducir en su pueblo a la mismísima mafia rusa. Un político brillante y ambicioso, como tantos otros, que no tarda en vincular el supuesto progreso de su comunidad a su propio enriquecimiento personal.
Un político con visión de futuro que sabe en qué momento hay que de bajarse de un caballo que ha dejado de ser ganador para subirse a un purasangre que le lleve a la meta a una velocidad vertiginosa. Que intuye con quién hay que juntarse y a quién hay que acuchillar en un momento dado, metafóricamente hablando. O quizá no.
Un político que, al acabar con una bolsa en la cabeza, trata desesperadamente de luchar por su vida a la que vez que intenta entender cómo y por qué ha terminado así… mientras regala al lector una inestimable guía práctica sobre la corrupción contemporánea.
Jesús Lens