Hace unos días, Paco Cuenca posaba, orgulloso, con la distinción de Ciudad más bonita de España 2016, otorgada por el portal Sitios de España. Vale. Muy bien. Es de justicia. O no. Pero nadie le va a poner un pero a ese galardón. Y así empieza hoy mi artículo en IDEAL, yendo de lo más bonico a lo menos agraciado.
Aprovechando el acto de entrega de la placa conmemorativa, el alcalde reclamó apoyos a la candidatura de Granada como Semana Santa más espectacular de 2017, votación promovida por otro portal de Internet. Y, entre medias, aparecen referencias informativas a los ecos de un programa de televisión que filmó la puesta de sol más bonita del mundo. Granadina, por supuesto.
Es posible que el arranque de la primavera me haya pillado en modo Mala Follá-On, pero ¿no tienen la sensación de que, desde que el Cristo de Corcovado le “arrebató” a la Alhambra el honor de ser una de las siete maravillas del mundo contemporáneo, estamos un pelín obsesionados con esto de competir por ser los más bonicos, apañaos y retotollúos del mundo mundial?
Que sí. Que está muy bien que nos sintamos orgullosos de lo nuestro, que saquemos pecho y tratemos de rentabilizarlo. Pero a este paso no va a haber certamen, competición, votación o sitio de Internet que no cuente con una candidatura de Granada, postulándose como la más de lo más de todos los mases.
Llámenme mala follá, insisto, pero siento un poco de empalago y empachera, con tanto bonitismo. Que acaban de terminar unos extraordinarios Mundiales de esquí en Sierra Nevada, cuya organización ha sido modélica a la vez que complejísima, y tengo la sensación de que han sido bastante más y mejor apreciados por ahí fuera que en casa.
Está muy bien que nos extasiemos ante la indudable belleza de Granada, pero no caigamos en la tentación de, embelesados, perder de vista las muchas carencias de las que adolece esta tierra nuestra. Que no sé yo si conseguir el distintivo de Semana Santa más impresionante de España -sea lo que sea que eso signifique- en el portal Trip Advisor, debería quitarnos el sueño.
No sé qué les parece a ustedes, pero con este carrusel de distinciones, tengo la misma sensación que cuando entras al despacho de un profesional y te encuentras hasta el diploma de cinturón amarillo de Taekwondo, conseguido en la EGB, colgando en la pared. Que no da buen pálpito, precisamente.
Jesús Lens