No me las prometo del todo felices, que los contagios han tocado suelo en Granada y, en estado mesetario, pueden volver a dispararse en cualquier momento. Sin embargo y durante unos días, he tenido sensaciones parecidas a las de antaño, como si parte de mi vida anterior, en suspenso durante tanto tiempo, se empeñara en emular a las golondrinas, oscuras y primaverales.
Volví a tener dos reuniones presenciales para tramar cosas, preparando la tercera edición de Gravite. Ambas en mesa de bar, en terraza exterior. La primera, compartiendo tés y cafés. La segunda, con unas cervezas que se alargaron hasta las seis de la tarde, hora de cierre de la hostelería. Y es que la zona de gastrobar del María de la O es un espacio idóneo para dejarse llevar. Charla fluida y abundante. Complicidad, planes, proyectos, ideas…
Volví al baloncesto y, aunque éramos pocos y apenas hacíamos ruido, los quinientos aficionados que regresamos al Palacio de los Deportes gozamos como nunca con las evoluciones de los jugadores en la pista. No me importó perder el la prórroga y de forma inclemente. La clave era volver a ver deporte en vivo y en directo, sentir la energía de la competición en directo.
Volví a disfrutar de unas jornadas gastronómicas, también, con todas las medidas de seguridad y en un ambiente que me hizo sentir confortable y a gusto, libre de agobios y preocupaciones durante unas horas.
Siempre he sido una persona más de ir que de volver. Me gusta descubrir sitios nuevos, conocer a gente diferente, probar otros lugares, sabores, sonidos y sensaciones. Cuando me planteaban volver a… lo que sea o a donde sea, hacía por cambiar la proposición y convertirla en algo novedoso y singular.
En ese sentido, era muy de Félix Grande, cuando escribía “Donde fuiste feliz alguna vez / no debieras volver jamás: el tiempo / habrá hecho sus destrozos, levantando / su muro fronterizo / contra el que la ilusión chocará estupefacta”.
Ahora, sin embargo, he transmutado en fervoroso defensor de la tesis de que segundas partes pueden ser buenas, como ya demostró Coppola, y disfruto de cada resquicio de la pujante nueva/vieja normalidad, por ínfimo que sea, como si fuera un tesoro.
Son sensaciones vagamente parecidas a las de la primera desescalada, pero nos encuentran más resabiados, más enseñados, por lo que espero que las medidas que se adopten en las próximas semanas sean lo más cautelosas y conservadoras posibles.
Jesús Lens