Me lo decía un amigo: “Está enganchada”. A su hija, se refería. Y no. No hablábamos de droga. O sí. Porque estaba enganchada a la prosa de May R. Ayamonte y sus libros podrían ser catalogados como adictivos, efectivamente. Droga dura.
Hace un par de meses, en la Feria del Libro, May petó la carpa principal, la patrocinada por Caja Rural, a la que hay que agradecer su compromiso con la literatura y las letras en nuestra tierra. La llenó hasta la bandera y se quedó gente fuera, escuchando a través de las ventanas abiertas a la Fuente de las Batallas. May presentaba su nueva novela, ‘Las aguas sagradas’, publicada por la editorial Contraluz, y la escuchamos hablar largo y tendido sobre Jimena Cruz y Fátima Suárez, las dos grandes protagonistas. Y sobre Leónidas, Gari y el resto de secundarios.
Si escribiendo, May es buena; de cara al público es aún mejor. Responde a lo que se le pregunta sin irse por las ramas, encandila con su voz y, sobre todo, hay contenido en cada una de sus palabras. Y sentido en sus mensajes. Como nos gusta decir a quienes nos dedicamos a esto, da titulares.
No es de extrañar que, al terminar su presentación, se hiciera una larga cola frente a la mesa de firmas. Una cola intergeneracional en la que destacaba un montón de jóvenes y ávidas lectoras, de antaño o nuevas, que se llevaban el libro dedicado y se hacían un selfi con la autora. Tampoco me extraña que, al finalizar la Feria, May R. Ayamonte fuera la autora más vendida. En un sentido amplio e integrador: nadie vendió más que ella, incluyendo a las superestrellas que vinieron de fuera. (De eso hablamos AQUÍ, destacando a esa Negrísima Trinidad de Granada, en el Top nacional).
¿Por qué triunfa May? Por sus personajes, en primer lugar. Creíbles y cercanos. Cargados de contradicciones. Falibles. Molestos, incluso. Jimena, la protagonista, puede llegar a ser tan… (rellenar con la memoria y/o la imaginación) que hay momentos en que te dan ganas de… (rellenar con la imaginación).
Jimena es una periodista joven, pero sobradamente preparada. Es decidida. Es impaciente, impetuosa y nerviosa. Tiene tics. Casi tocs. Y vicios. Y debilidades. La conocimos en ‘Las niñas salvajes’ y nos cautivó con sus broncas con el jefe. Y con sus padres, su hermana, amigos, compañeros y amantes. ¡Qué peleona es, eterna insatisfecha! Todos esos personajes secundarios, por cierto, también son clave: en su relación con Jimena descubren su auténtica naturaleza.
Y está Granada como escenario, claro. La Granada histórica, con más peso en la primera de la saga que en ‘Las aguas sagradas’. La Granada paisajística que se convierte en escenario de pesadilla. La Granada de las Bodegas Castañeda y El Fútbol donde los personajes se toman sus tercios de Alhambra Especial, faltaría más. También la Granada subterránea, física y metafóricamente.
May R. Ayamonte triunfa por los temas que toca, como la salud mental o los niños robados. Y por la poca confianza que muestra hacia las instituciones, de forma que sus protagonistas son outsiders de la investigación, como periodistas o profesores de la UGR, más que jueces, policías o fiscales.
Y está el ritmo. No sé cómo lo hace, pero te tumbas a leer a May y, sin darte cuenta, han caído 100 páginas. De ahí que el (notable) tamaño de sus libros policíacos, de varios cientos de páginas, haga que pesen más físicamente que a la hora de afrontar su rápida, ágil y gozosa lectura. Con May R. Ayamonte tengo una conversación (y firma de libros) pendiente. Yo le propondría Casa Enrique, un rincón muy especial y que, indirectamente, tiene que ver con su libro más reciente. Lo vamos hablando…
Jesús Lens