MEDIA MARATÓN DE MONTAÑA DE LA RAGUA

Decir que estoy asustado es faltar a la verdad. Porque, en realidad, estoy total y absolutamente aterrorizado, atemorizado y aterrado. Acojonado vivo, en una palabra.

Preguntas que me hago en alta voz, estos días: ¿Quién me mandaría a mí…?

¿QMM apuntarme a una carrera que va a ser una locura? ¿QMM dedicarme a esto de medio correr, con lo bien que vivía yo siendo un jamelgo vago y trotón? ¿QMM convertirme en Verde?

Sacai lo vio antes que yo. Cuando empezó a ver que tonteaba con esto de las carreras, ya lo anticipó: “Te vas a hacer de ellos”. Y yo: “-Que no, mujer. Que yo seguiré corriendo mi horeja diaria, a mi aire, y ya está.”

Pero no. No está.

Pase que nos apuntáramos al Premio de Fondo de la Diputación, con los amigos de Las Verdes, con Álvaro, con Javi, etc. Pase que no hayamos faltado a ninguna cita del referido premio hasta la fecha. Pase que esporádicamente hagamos algo parecido al Fartlek y que hasta nos gusten las medias maratones. Pero lo de apuntarse a La Ragua… eso ya no tiene pase alguno.

Veintiún kilómetros y noventa y siete metros que parten de La Calahora, a 1.180 metros y culminan en lo alto del Puerto de La Ragua, a 2.030 metros. Bestiales desniveles y un largo kilometraje que me tienen la moral comida, lo reconozco.

De mi época como montañero recuerdo con gran cariño toda esa zona, los pinos, la vegetación, los valles, el alto del Chullo, el refugio del Postero Alto, el Picón de Jérez, el río Alhorí… Cierto que, en este caso, uno de los alicientes para hacer esta Media Maratón ha sido volver a disfrutar de unos paisajes que tantas satisfacciones nos dieron antaño y tantas sensaciones nos provocaron.

Pero bueno.

A lo hecho, pecho.


Este domingo será un día memorable. Sé que, a lo largo de las cerca de tres horas que invertiré en intentar llegar a la cima, me cuestionaré eso de “Quién me manda a mí” y, sobre todo, lo que Bruce Chatwin tantas veces se preguntó a sí mismo: “¿Qué hago yo aquí?” Máxime, después de ver algunas de las fotos con que nuestro amigo Gregorio nos ha asustado, más aún, desde su bitácora.

Espero llegar a la cima y terminar la carrera. No sé si lo conseguiré. Ahora mismo, procuro no pensarlo. Pero, a ratos, me asaltan las dudas, claro. Leo a los amigos de Las Verdes, en la bitácora de mi Alter Ego, el inalcanzable Jose Antonio Flores, y me da depresión. Van a subir a degüello, con el cuchillo entre los dientes. Yo los veré abajo y, horas después, con suerte, en el autobús que nos bajará de lo alto de La Ragua a La Calahorra. O, directamente, de vuelta en el pueblo, prestos a comer ese arroz popular que nos van a preparar. O en “El Manjón”, donde procuraremos ponernos púos de comer, en un merecido homenaje a esta temeridad no suficientemente ponderada, la verdad.

Jesús Lens.