El último esfuerzo.
Manuel Pedreira y José Antonio Flores, atletas e Internautas
Pero ¿qué pasa conmigo? ¿Cómo nos fue esa Media Maratón motrileña, un año después de aquel horroroso debut como “corredor”?
Pues bien. Francamente bien. Diría que, incluso, muy bien. Porque batí mi marca personal (1 hora, 41 minutos y 55 segundos, aunque el tiempo oficial computa quince segundillos más por lo “lento” de salida) Porque el puesto, 375 de los más de 800 que entraron en meta, es digno.
Antes de la carrera. Chucha. (Blusa de baseball de Lorenzo Lunar)
Porque no las pasé canutas, como el año anterior, recortando diez minutos al tiempo del 2007.
Porque después de la carrera, era humano, capaz de sonreír, hablar, hacerme fotos con Paco, Antonio, Javi, Manolo, José Manuel o Abel y tomarnos unas birras con los colegas de Las Verdes y nuestras sufridoras mujeres, esclavas de nuestra afición. (Aunque fallé en la transmisión de datos por SMS a mi Alter Ego, ausente de Motril por andar de viaje en Berlín, y al que he sableado las fotos de su Blog.)
Sin embargo, tengo una cierta preocupación. Salí relativamente fuerte, recortándole segundos a los 5 kilómetros estándar de cada kilómetro. Pero no sé beber en los avituallamientos y me atraganto y me ahogo. Y en cada uno de estos puntos veía cómo se me iba la gente con la que corría hasta ese momento.
¡Misión cumplida! Motril.
Pero lo peor de todo es que, sin el calor extremo del año pasado, sin pájaras ni hundimientos, hice un tiempo bueno para mí… que no sé si seré capaz de volver a superar, la verdad. Un terreno favorable, un día espléndido, a cero metros sobre el nivel del mar. Llegué en el peso que considero adecuado, me hidraté… Entonces, ¿qué margen de mejora me queda?
Podría hacer como mi amigo Javi, -¡que sólo por haber recuperado su amistad, ya valen la pena todas las horas y horas dedicadas a esto de trotar!- o el resto de Las Verdes, y entrenar de forma sistemática. Con series y demás. Pero mi forma de ser anárquica me lo impide.
Javi, en escorzo. Manolo, repostando. Dos titanes.
Entonces, si voy a seguir saliendo a mi aire, guiándome por las sensaciones (aunque espero incorporarme a las salidas Verdes más tranquilas y sosegadas a partir de ahora) ¿cómo voy a seguir arañando segundos al crono?
Las Verdes, creciendo.
Podría adelgazar más, pero Sacai me echaría de casa y mi ya de por sí intrascendente papel en nuestro equipo de baloncesto terminaría menguando hasta la inanidad más absoluta.
Y en estas cuitas andaba cuando mi amigo Jorge, que estará con nosotros en la salida de la Media de Granada (junto a Abel, Mario, Javi, José Antonio, Alfa, José Manuel o Gregorio), me mandó un SMS: “¿Qué tal las rodillas?” Me puse de pie y di unos pasos. Y las rodillas, níquel. Y la tibia, el peroné o los gemelos, las partes de mis piernas que más sufren los estragos de mi tamaño y mi peso… igualmente níquel.
¿Qué me dolía? Pues, de las rodillas a mitad de cuerpo… todo. Mil dolores pequeños, ahí concentrados. Tengo agujeteados todos los músculos que utiliza un corredor y que, sin embargo, un trotón no sabe ni que existen. ¿Qué significa eso? Pues que en mi anarquía corredora no me estoy esforzando como debiera. Que tengo que meterme más caña, probarme, pegar tirones y esprines y hacer todo aquello que decíamos sobre correr por sensaciones.
(Al terminar la carrera, Javi y yo nos hicimos una foto. Pero yo éstaba sin camiseta.
Javi quería que colgara esa foto, pero dado el aspecto de mi único y gran abdominal,
mejor deleitarles con esta imagen de arriba.)
Las piernas, que son como el algodón y no engañan, me dicen que sí. Que soy un flojo, que me he acomodado. Que todavía queda margen de mejora sin necesidad de profesionalizarme. Así que, la mejor conclusión de la Media de Motril, nos la da el majestuoso Groucho Marx: “¡Más madera!”
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