Hoy he tenido que ir al hospital, por un asunto de cirugía menor. Llegué con tiempo y me fui a una cafetería, a tomar un desayuno.
Estaba leyendo. Un libro. Este libro.
Tenía que acabar su lectura en poco tiempo así que iba mordisqueando la tostada mientras estaba embebido en las páginas del libro.
Entonces, alguien me tocó el hombro.
Era la camarera.
Me giré y sufrí un sobresalto, casi una conmoción.
Porque la cara de la camarera era la de la chica de la portada de la novela. El mismo pelo. Los mismos ojos. Casi la misma expresión.
Pero sin sangre.
A veces, el sueño de la literatura produce monstruos. Aunque sean tan bellos como éste.
Jesús insomne Lens