Imposible prestar atención, ayer, a cualquier otra cosa. Todas las noticias perdían importancia frente a los sucesos acaecidos en el área metropolitana de Granada en la madrugada del domingo al lunes que, a buen seguro, ustedes ya han leído antes de recalar en este espacio.
¿Qué decir ante sucesos de extrema gravedad como este? Qué decir que no se haya dicho ya: dolor y consternación por lo acontecido; rabia e ira contra el asesino; apoyo y solidaridad a familia, amigos y compañeros. Todos repetimos la misma cantinela. Pero, ¿cómo no hacerlo? Habría que ser frío como un iceberg para no sentir, para no compartir esas sensaciones.
Personas que se juegan la vida. A diario. Salí ayer a correr un rato y pasé por la rotonda donde fue detenido el asesino de José Manuel Arcos, esposo, padre de dos hijos, deportista y… guardia civil de servicio en la fatídica noche en que un delincuente habitual decidió dar otro golpe. Uno más en su larga carrera delictiva. Esta vez, un atraco a un bar de Gabia.
Domingo por la noche. Un coche que circula demasiado rápido. Un funcionario de servicio. Un alto. Un delincuente. Un forcejeo. Un disparo.
El lunes por la mañana, cuando sonó el despertador y abrimos los ojos, todos soltamos un “¡maldito lunes!” más o menos alto, más o menos sonoro. Entonces nos fijamos en las alertas de Ideal en el móvil: un guardia civil herido grave por disparo en el abdomen. La tragedia, inmediatamente después: José Manuel fallecía sin que los médicos del PTS pudiera salvar su vida. Y la Operación Jaula en marcha, con controles en toda la zona sur de la ciudad hasta la detención del sospechoso.
Salí a correr y solo podía pensar en José Manuel. En ese forcejeo fatal. En ese alto al coche que circulaba demasiado rápido. En esos funcionarios que arriesgan su vida, literalmente, para darnos paz y tranquilidad. Corría y escuchaba una sirena por la autovía. Y las aspas del helicóptero que aterrizaba y despegaba del helipuerto del PTS. Policías, guardias civiles, bomberos, la gente de protección civil… Personas cuyo trabajo diario es jugarse el pellejo para que nosotros podamos caminar tranquilos por las calles.
Obviedades y lugares comunes. Lo sé. Son la rabia y la estupefacción por la cruel muerte de una persona que solo cumplía con su deber.
Jesús Lens