No sé si estas cosas pasan sólo en una ciudad como Bangkok o también podrían ocurrir en esta Granada nuestra, sin ir más lejos.
Vas a una representación teatral en un espacio público y, de repente, una mujer inesperada entra en escena, robando todo el protagonismo a los actuantes para erigirse en magnético imán del que resulta imposible mantener los ojos alejados, captando por completo tu atención.
E, igual que llegó, se marcha.
Misteriosa, atractiva, interesante. Y con un punto de inquietante.
¿A quién no le gustaría conocerla un poco más?