Una vez más, caigo rendido a sus pies. ¡Qué bestias! ¡Qué brutos! ¡Qué salvajes! Vaya tres trabajazos se han marcado dos de nuestros genios granadinos del cómic: José Luis Munuera y Gabriel Hernández Walta. Canela en rama. Mandanga de la buena.
Munuera, con quien tenemos el privilegio de contar esta tarde en la Corrala de Santiago en conversación con Enrique Bonet, en el marco del festival Gravite patrocinado por CaixaBank; ha publicado ‘La carrera del siglo’ y ‘El corazón de hojalata. La inspiración’ con pocos días de diferencia. Si el primero es una gozada, todo un desparrame argumental y visual, déjenme que me centre en el cómic dedicado a los robots. Porque el tratamiento de ‘Munu’ es exquisito y hace que le des vueltas al coco.
¿Serán los robots capaces de crear? De crear algo original y de buena calidad, no de hacer plagios infames copiando y mezclando lo ya hecho anteriormente por los artistas humanos. Si pasara, ¿cómo sería recibida esa creación? ¿Qué efectos tendría? De eso va la nueva entrega de la saga retrofuturista de Munuera.
Inciso: ¿cómo es posible que diferentes ministerios del Gobierno español estén publicando carteles y gráficas en las redes sociales hechos con IA? Por la competencia desleal a los trabajadores del ramo, por los derechos de autor y, también, porque son una mierda, hablando lisa y llanamente. Trabajos que no pasarían un mínimo control de calidad si los presentara un humano, son aceptados sin mayor contratiempo aunque sean horribles y estén plagados de defectos tanto en contenido como en continente. Bochornoso.
Volvamos al trabajo de los artistas de verdad. Gabriel Hernández Walta dibuja un guion de Jeff Lemire en ‘Carretera fantasma’, ya en librerías. El próximo viernes le tendremos en Condes de Gabia, también en Gravite. En su caso, nos enfrentamos a una historia apocalíptica. O casi. Un camionero se detiene para atender a las víctimas de un accidente de tráfico y empiezan a pasar cosas raras.
Atención al protagonismo de las áreas de servicio de esa carretera fantasma. Son auténticos no-lugares, como tan bien los definiera Marc Augé. Lugares sin alma en los que todo puede pasar. ¡Y pasa!
Jesús Lens