Hoy comienza el circuito de carreras de montaña de Diputacion, en la Sierra de Huétor. Y este año, no seré de la partida. ¡Rabia me da, que este fue mi primer Trail, hace ya la friolera de cuatro años. Mi hermano, Edu y yo nos pasamos el invierno entrenando, poniéndonos en forma para afrontar el reto con garantías. ¡Y lo conseguimos! Vaya si lo conseguimos.
Desde entonces habré cumplimentado treinta Trails, más o menos. Pero este año, no llego. Razones, hay algunas. Excusas, muchas más. Pero son inútiles, teniendo en cuenta que este año me había propuesto hacer los Mini Trails para, al no acabar destrozado, disfrutar de los pueblos que acogen la salida y la llegada, visitarlos y descubrir sus encantos. Y contárselo a ustedes, por supuesto.
Me encuentra este fracaso sentado en una butaca del cine, viendo «Cantábrico», el nuevo documental de Joaquín Gutiérrez Acha. ¡Qué melancolía, qué impotencia, al ver a los rebecos triscando montes, alcanzando las cumbres más altas de la Cornisa Cantábrica con absoluta naturalidad!
Es bonita la película del cineasta y naturalista español. Bonita en todos los sentidos de la palabra. Para mi gusto, le sobra texto y la música resulta demasiado enfática, pero «Cantábrico» tiene secuencias espectaculares a la vez que íntimas y dramáticas, como el nacimiento de las víboras o la caza… ¡de las plantas carnívoras!
Otras, sin embargo, parecen metidas con calzador, como algunas con las aves como protagonistas, demasiado deslucidas la mayoría. Pero lo importante: los osos y los urogallos, que me recordaron mi infancia, cuando era suscriptor de la revista «Quercus» y recibir los boletines del FAPAS, aquel Fondo Asturiano para la Protección de los Animales Salvajes sobre los avances del Proyecto Oso me reconciliaban con la vida.
¿Cuánto tendrá que ver aquel empeño de FAPAS y Quercus en la recuperación del oso y del lobo con el hecho de que, en pleno siglo XXI, sigan viviendo en las montañas cantábricas? Y ahí me sale la vena orgullosa, claro. Por haber sido parte de todo aquello. Lejana e ínfima, pero parte.
Compartí la sala de cine con varios padres y madres que acompañaban a sus hijos pequeños. Qué bonita semilla, la que siembran en ellos, al llevarlos a ver películas hermosas que transmiten el amor por la naturaleza salvaje. Vean, vean «Cantábrico» o «Guadalquivir», narrada por Estrella Morente. Y, después, salgan al campo a disfrutar de los colores, fragancias, texturas y sonidos de la naturaleza.
Jesús Lens