Mi primera columna del año, en IDEAL, nos recuerda que hay otras realidades por ahí fuera bastante tristes y demoledoras. Por desgracia.
Antes, cuando viajaba en Navidad, solía elegir destinos del Oriente Medio, buscando perderme por esos mundos islámicos que tan extraños, desconocidos y desconcertantes nos resultan; transitando por Siria, Líbano, Yemen, el Malí o Egipto.
Leo la prensa de estos días y veo con preocupación que el Líbano puede ser el próximo país en precipitarse por la senda del horror de la guerra. Los demás de mi particular lista navideña, por desgracia, ya están bien bañados en sangre.
Lo de Siria, en concreto, es tan brutal como representativo del caos geopolítico en que vivimos. Hubo un momento en que la intervención internacional parecía tan inminente como imprescindible. ¿Se acuerda el lector? Al Assad era una bestia sin entrañas que había gaseado a sus conciudadanos y eso que se ha dado en llamar la Comunidad Internacional iba a tomar cartas en el asunto. El uso de armas químicas era inadmisible y Obama se había puesto serio.
Por arte de birlibirloque, los emisarios de Al Assad consiguieron convencer a quienes manejan el cotarro de que tampoco había sido para tanto y de que, en cualquier caso, nunca mais. Así que… aquí paz y después gloria. En Siria, sin embargo, guerra, muerte y destrucción. Pero fuera de foco.
Y es que los analistas se dieron cuenta de que los rebeldes que luchaban contra Al Assad estaban alimentados, nutridos e incluso dirigidos por los islamistas integristas de Al Qaeda. Y, mentada la bicha, se acabó la justicia internacional, la defensa de los derechos humanos y la firmeza contra el régimen sátrapa sirio; lo que ha conllevado la desestabilización de un Líbano en el que Hezbolá sigue desempeñando un importante papel… a la espera de saber qué deriva tomará el Irán del nuevo presidente Hasán Rouhaní.
Mientras, las únicas noticias que nos llegan de Egipto son las que hablan de Jornadas de la Ira, violencia en las calles, represión y muerte. Por su parte, Yemen no existe, informativamente hablando. Excepto cuando algún atentado terrorista provoca cincuenta o más muertos, el medievalismo en que sigue apresado uno de los países más hermosos, enigmáticos y subyugantes de Oriente lo aleja de los focos y la atención mediática.
Y, aunque parece que el Malí ha ido recuperando una cierta normalidad tras la derrota-retirada del MNLA, que llegó a dividir el país en dos e impuso la sharia como ordenamiento jurídico en todo el norte del país; el comienzo del 2014 tampoco verá la celebración del mítico Festival del Desierto, a orillas de Tombuctú, dado que era imposible garantizar una mínima seguridad.
El 2014 acaba de amanecer en un mundo caótico que se desangra por incontables heridas. Nosotros tenemos suerte. Aunque vaya por barrios. Y nuestro primer propósito de Año Nuevo debería ser, en la medida de lo posible, tratar de no joderla.
Jesús Lens