No es nada fácil escribir esta columna. Hoy les quería hablar de la resiliencia, un concepto equívoco que empieza a usarse mucho y no siempre de manera correcta. Recordé que tengo un XL Semanal con una entrevista con el creador del concepto y, al ir a buscarlo entre los papeles que siempre amenazan con sepultarme, di con un dossier de ciencia ficción española de una revista antigua. Y me enredé.
Una llamada de teléfono me devolvió a la realidad y decidí pasar de la documentación impresa a la digital. Antes de googlear ‘resiliencia’ y probar suerte, me pasé por twitter. Con las redes pasa como con lo de salir de tranquis o lo de una rápida y me voy: te acabas liando. Otra vez.
Tengo descargada una App en el móvil que, cuando llevo X tiempo en una misma aplicación, empieza a soltar descargas eléctricas. Varios calambrazos después, cuando el despacho ya apestaba a piel de pollo pasada por una hornilla antigua, empecé por fin a escribir.
Justo en ese momento, el portero automático rompió mi concentración. Un mensajero con un paquete de libros. ¡Albricias! Me entretuve un rato disfrutando del pedido y, de vuelta al teclado, decidí poner el móvil en modo avión para concentrarme de una maldita vez. Antes, eso sí, consulté el güásap, no fuera a ser que hubiera llegado algo de vital importancia que requiriera urgente contestación.
Un buen rato después y una vez arreglado el mundo a través de emoticonos, memes e interjecciones varias, ya sí que sí estaba presto y dispuesto para la tarea. Antes de lanzarme a teclear, fui a la cocina a prepararme un café. Entonces caí en la cuenta de que se me había acabado la leche. Me cambié de ropa y bajé en una ‘volá’ a la tienda de la esquina, donde me entretuve pegando la hebra.
Al volver a casa, consulté la bandeja de entrada del correo electrónico, no fuera a ser que… y miré las ediciones digitales de los periódicos, que no es lo mismo saber lo que pasa que estar informado. Y justo cuando había tecleado el título de la columna, las tripas empezaron a rugir. Sin saber cómo, era hora de comer.
Y aquí me tienen, compuesto y con los deberes sin hacer, pero mucho más sabio, informado y discutido que a primera hora de la mañana, cuando salté de la cama presto y dispuesto a escribir esta columna.
Jesús Lens